¿FALENCIAS POLICIALES?
(Piura, 04 diciembre 2019)
Luis Gulman Checa
Las balaceras desatadas el pasado lunes en el
barrio sur de Piura a plena luz del día, según información de “Correo”, edición
de la fecha, se debieron a una guerra desatada entre bandas criminales
disputándose el “mercado” del sicariato, extorsión, venta de drogas y cobro de
cupos, las cuales, según don Carlos Villacorta, autor de la nota, prosperan y
gozan de “buena salud” debido a las falencias que aquejan a la policía
para combatir la inseguridad.
Falencia: Error
que se comete al afirmar o asegurar cierta cosa.
¿Acaso la policía había declarado públicamente
que la ciudad de Piura, incluido el barrio sur, era un territorio cual Edén en el
que la vida era paradisiaca y nuestra
paz y prosperidad generaban la envidia de poblaciones vecinas?
Como tal hecho jamás sucedió, debemos entender
que, realmente, el reportero se refirió a carencias que estarían
asolando a organismo vital para que la vida discurra tranquila y ordenada, es
decir, sin que calles y plazas sean asoladas por salvajes de toda naturaleza
demostrando claramente que se zurran en las cabezas de todos los ciudadanos de
bien, los cuales, todavía y a Dios gracias, constituimos la gran mayoría.
Siendo inimaginable que la policía no disponga
de armamento más variado, potente y contundente que las armas cortas utilizadas
el pasado lunes, como metralletas y, probablemente, hasta bazucas anti tanques,
tampoco podría afirmarse que las bandas delincuenciales prosperan por cuanto la
policía aparece inerme ante ellas.
Entonces, disponiendo la policía de los medios materiales
para erradicar bandas delincuenciales de toda laya, ¿por qué diablos las mismas
prosperan y se multiplican en lugar de ser erradicadas tan luego asoman? ¿Acaso
habría que culpar de ello, única y exclusivamente, a la policía?
Por supuesto que no como lo constatamos en
nuestra ciudad cuando un sub oficial de la policía, en vez de ser laureado fue
maltratado y vejado por miembros, nada menos, del Aparato de Justicia por haber abatido con
su arma de reglamento a un “presunto” delincuente. Agravando situación tan increíble,
hechos similares se replican constantemente por todo el país.
En consecuencia, mientras la policía no se
granjee el respeto y reconocimiento de la ciudadanía, como sucede en los países auténticos en los cuales solo un demente se atrevería a
desobedecer o agredir un policía (en el acto recibiría todas las balas de una
cacerina en el pecho); en el Perú continuaremos aquejados por el sicariato,
extorsiones y otros males afines mientras la PNP, en su integridad, no sea
digna y respetable.