CONTAMINACIÓN

(Piura, 09 mayo del 2015)

Luis Gulman Checa

Imaginemos nuestro planeta antes de la existencia de la bestia de dos patas, el hombre, cuando los únicos sonidos que perturbaban el ambiente habrán sido los trinos de los pájaros, el susurro de las hojas movidas por el viento, el reclamo de alguno de los grandes animales de la época llamando a la manada. Realmente, tal debe haber sido el paraíso.

Terminada la abstracción y vueltos a  nuestra triste realidad, fatalmente, parece evidente que en vez de civilizarnos nos está ganando el salvajismo (Conga, Tía María, matanzas por toda la tierra, etc.).  No tengo la menor duda que la bestia mencionada al inicio, tanto por su incontenible multiplicación como por su apetito insaciable de más y más bienes y servicios, agotando y contaminando el  planeta, logrará su auto destrucción y la tierra se regenerará y volverá a reinar en ella la paz y tranquilidad descrita al inicio.

Abstracción confirmativa: Recordemos cuando el algodón era el cultivo imperante en Piura y, durante varios meses al año, las avionetas fumigadoras sobrevolaban los valles arrojando  venenos para matar las plagas del cultivo. Pero, ¿solo morían las plagas? Desgraciadamente no, porque barrían con todo. ¿Una prueba de lo afirmado? Cuando desapareció el cultivo y las masivas fumigaciones, no solo los campos sino las ciudades fueron repobladas por pájaros, palomas y ardillas, animales que habían desaparecido y ahora están por doquier.

¡La agricultura es una actividad contaminante y destructora del medio, tan igual como todas las que realiza el hombre!

La verdad es que todas las actividades humanas contaminan siendo ello inevitable, pero, lo que es absolutamente inaceptable y justifica lo afirmado líneas arriba, es nuestra proclividad a “tirarle gasolina al fuego”, como, por ejemplo,  hacemos al emitir ruidos insoportables e inútiles generando una de las grandes contaminaciones: la sonora.

Ejemplo de ello: el pasado lunes por la tarde, en la cuadra 5 de la calle Lima, una camioneta Jeep azul oscuro, de placa RB - 3831, nos “regaló” el desagradable sonido de su alarma, ininterrumpidamente, por lo menos 45 minutos.. Tal despropósito, como el concierto de bocinas cacofónicas día y noche o vehículos con escape libre, constituyen prueba evidente que el salvajismo nos infecta cada día más.