ESTADO  E  INSTITUCIONALIDAD

(Piura, 13 setiembre 2017)

Luis Gulman Checa

Entendiendo  por Institucionalidad el funcionamiento cabal, ordenado y de respeto hacia  los ciudadanos por parte tanto  de  los organismos/instituciones que conforman un Estado (desde el presidente de la República hasta el alcalde del más modesto y recóndito distrito), como también de los funcionarios que los integran, incluyendo, también, el comportamiento ético e idóneo de ellos; cabría formularnos la siguiente pregunta:   

¿Cuál es la situación de la institucionalidad en el Perú de hogaño?

 Calificarla de desastrosa sería benevolente, por cuanto, en realidad y muy a nuestro pesar, casi  ha desaparecido  como lo demuestra  el paupérrimo desempeño de los representantes de las instituciones tutelares del país.

Hacer hincapié en el Congreso Nacional equivale a gastar pólvora en gallinazos, por cuanto con cada renovación del mismo a partir del auto golpe de 1992, su ¿calidad? se fue  degradando cada vez más. Roguemos que el actual haya tocado fondo y de aquí en adelante tome el camino de la recuperación en todo el sentido del término.

Quisiera referirme al Poder Judicial y, concretamente, a su presidente, el piurano nacido en Huarmaca, Duberlí Rodríguez, quien, en mi opinión, olvidando la majestad y trascendencia del cargo que desempeña, parecería  un activo miembro de la farándula nacional por su permanente presencia en gran  cantidad de programas, radiales o televisivos - cual alumno de primaria enfrentando un examen oral -  dando explicaciones y justificaciones a la interminable serie de adefesios que los reporteros le plantean.

Preguntémonos si el presidente de la Corte Suprema de un país auténtico -  el cargo de Duberlí en el Perú - declararía mañana, tarde y noche sobre la infinidad de contenciosos en marcha.  No solo no lo haría sino que ni un solo reportero tendría la más mínima posibilidad de verlo y, menos aún, de dirigirle la palabra, por cuanto, en aquellos países, los jueces son casi invisibles.

Los recientes acontecimientos a raíz del imperio de la ley en el Perú concediendo la excarcelación a personas que cumplieron su condena,   elevó a la enésima potencia la presencia de Duberlí en los medios siendo más que evidente que él, por más presidente de la Corte Suprema que sea, no tiene absolutamente nada que ver con ello ni, tampoco, con lo que los recién liberados hagan en el futuro inmediato, reiterando que tales personas, de acuerdo a ley, no están impedidas de llevar una vida normal, respetando el orden establecido,  desde que ya cumplieron sus condenas.





Digresión:

Quién deviene en más abominable y repudiable sujeto, ¿un seguidor de Guzmán motivado por ideales por equivocados que estos fueran o un mal nacido que robó recursos del Programa Vaso de Leche al que, para peor, ni siquiera terminó en la cárcel y, si hubiera estado, sus vecinos lo habrían recibido, cumplida la pena, con los brazos abiertos por  vivo y pendejo.

Entonces, retomando el tema,  la Institucionalidad, fundamentalmente, implica que cada cual se comporte de acuerdo al cargo que ostenta. Así por ejemplo, el presidente del Poder Judicial no es el guachimán del Palacio de Justicia ni, tampoco, celador del reclusorio juvenil de Maranga, ni, menos aún, responsable de lo que algún corrupto investido como juez, ejerciendo en algún recóndito punto de  nuestra geografía, pudiera haber perpetrado a cambio de un puñado de billetes para emitir un fallo prevaricador.

Consejo para Duberlí:

 Cierra el pico.