MASIVA  APOLOGÍA  DEL TERRORISMO

(Piura, 08 setiembre 2017)

Luis Gulman Checa

En los últimos días, a raíz que varios condenados por terrorismo  recuperarán la libertad al haber cumplido sus sentencias, se ha orquestado una real, formidable y masiva apología  del terrorismo en  medios de comunicación  de toda laya al difundir, errada y tontamente, escalofriantes escenas de atentados y asesinatos perpetrados por las hordas subversivas, es decir, han puesto a Abimael y los suyos en la palestra.

En primer lugar, si, supuestamente (a pesar de los exgobernantes que debiendo estar condenados andan felices y contentos), el Perú es un país civilizado regido por la Constitución y las leyes vigentes, ¿por qué tanta alharaca por quien, cumplida su sentencia recobra la libertad?

Quienes cometen actos atentatorios contra la vida en común y/o civilizada son sometidos a la decisión del Poder Judicial, entidad que determinará la pena que requieren para recapacitar, meditar y enmendar el rumbo convirtiéndose en  personas útiles a la sociedad. Ergo, un expresidiario (a) deviene en ciudadano normal con todos sus derechos y deberes porque ya pagó su deuda.

El Perú, fatalmente, no solo sufrió (¿sigue sufriendo?) el azote del terrorismo sino muchas otras lacras sumamente perniciosas que llevaron a la cárcel a delincuentes de toda clase, muchos de los cuales, cumplida la pena, recuperaron la libertad y, en el término de la distancia, volvieron a delinquir.

Pregunta del más elemental sentido común:

¿Acaso un mal nacido que descerraja un tiro en el cráneo de una persona para apropiarse de su teléfono celular es un “niño de pecho” comparado con un terrorista?

Si, en honor a la verdad, este criminal es peor que un terrorista (quien actúa por fines, supuestamente, superiores en busca del bienestar general), ¿cuál es la razón cuando nadie, medios ni órganos competentes del gobierno, alerta ni pone el grito en el cielo cuando estos delincuentes irredimibles recobran su libertad estando demostrado que, mayormente,  continuarán delinquiendo?

Planteémonos una reflexión picante:

Quién es más ruin y execrable, ¿un terrorista motivado por fines, supuestamente, altruistas, o un presidente de la República que traicionó su juramento por unos centavos para sus pútridos bolsillos?


La única forma de desterrar el terrorismo es que la pulcritud y honestidad  marquen permanentemente  la conducta de nuestros gobernantes.