LA REFORMA OLVIDADA

(Piura, 05 junio 2019)

Luis Gulman Checa

Tremenda batahola desatada en el país por las propuestas de reformas políticas enviadas por el Poder Ejecutivo al Congreso cuando, fatal y desgraciadamente, la más urgente e imprescindible, derogar la obligación de votar, no fue incluida entre ellas. Si así fuera instituido, los ciudadanos, en uso de su auténtico derecho, lo usarían cuando les diera la gana mas no impelidos por la imposición de una multa, en especial los más menesterosos.

Siendo objetivos y tomando el toro por los cuernos, no podemos negar que un alto porcentaje de electores, en justicia, no está capacitado para votar al no estar debidamente informado tanto de la realidad nacional como de la calidad (o ralea) de los candidatos, razón por la que, sin eufemismos, su voto está a disposición del mejor postor.

Una de las reformas propuestas se refiere al establecimiento de un férreo control sobre los financiamientos de campañas proselitistas para cerrarle el paso a los dineros sucios, mal habidos y, en general, provenientes de actividades corruptas y/o delictivas. Sin embargo, si razonamos, ¿acaso estos recursos no son utilizados para comprar los votos de los ciudadanos descritos en el párrafo precedente? Así, pues, si el voto no fuera obligatorio perderían importancia.

Esta incomprensible ceguera, de no querer ver lo que es evidente hasta para un ciego, me trae a la mente otra situación que se le asemeja como una gota de agua a otra:

La inútil, vana y sospechosa lucha contra las drogas.

Así como jamás podrá abatirse/desaparecer la oferta de drogas en el mercado mundial mientras estén proscritas, por la simple razón que, abundando los consumidores, la tan absurda prohibición eleva sus precios al infinito convirtiéndolo no solo en un negocio multimillonario sino generador de intrigas y luchas para dominar los mercados derivando en crímenes y asesinatos masivos; también, mientras el voto sea obligatorio, los resultados electorales estarán influenciados en gran medida por estos dineros que, no necesariamente provienen de actividades corruptas, como lo demuestra el movimiento que dispone de “Plata como cancha”.

Concluyendo: no dudo que el Perú y el mundo estarían mejor y más tranquilos si se adoptaran dos simples disposiciones:




1.    Dejar absolutamente libre y sin control la producción y comercialización de todo tipo de drogas, pues el negocio fenecería en el acto y, también, dejarían de recibir la mermelada que, obvia y evidentemente, reciben muchos de los erradicadores en todos los niveles (¿Vaticano y Vladi?), razón fundamental, creo, para mantener tan absurda e inútil prohibición.

2.    Derogar la obligación de votar de modo que ello sea un auténtico derecho, los cuales, como lo entiende cualquiera, el ciudadano los ejercita cuando, reitero, le da la gana.