APROVECHANDO LA COYUNTURA

(Piura, 08 noviembre 2019)

Luis Gulman Checa

Me refiero a la columna de Diego Macera publicada en la edición de “El Comercio” del día de ayer recordando el centenario de la Ley Volstead o Ley Seca, prohibiendo,  en los Estados Unidos, la fabricación, venta y transporte de cualquier bebida alcohólica.

Felizmente, fue derogada en 1933 luego de haber originado un crecimiento exponencial de la delincuencia, incluidos sicariato y crímenes,  debido a la avidez de los clanes mafiosos disputándose el sediento mercado ansioso por disfrutar  néctar tan maravilloso y estúpidamente prohibido: El ALCOHOL.

Así, entonces, reconfirmando la ceguera (salvo que subyagan ocultos e inconfesables intereses) del hombre reacio a recordar el pasado para planificar el futuro, desde décadas atrás apareció en la tierra otra ley, prima hermana de  la referida, determinando similar proscripción para toda clase de drogas.

A la luz de los nefastos efectos de la Ley Seca como también del hecho, demostrado hasta la saciedad, que lo prohibido atrae al hombre como la miel a las moscas; pienso que tal decisión, cubierta con una pátina de interés por preservar la salud de la humanidad, en el fondo buscaba abrir una fuente inagotable de recursos para engordar los asquerosos bolsillos de las ¿bendecidas? personas encargadas de imponer su cumplimiento.

Formulémonos, in pectore, algunos cuestionamientos al respecto:

·         ¿Cuántos seres humanos habrán sido asesinados a raíz de las guerras desatadas entre clanes dedicados al narcotráfico?
·         ¿Cuántos militares,  policías, magistrados y políticos, a lo largo y ancho de la tierra, habrán recibido jugosas coimas para mirar hacia otro lado cuando estos “empresarios” producían, movilizaban y distribuían sus productos?
·         ¿Cuántas familias habrán colapsado por la adicción que hizo presa de algunos de sus miembros, en especial el amo, descuidando sus obligaciones tirando el dinero en la compra del caro y proscrito producto?
·         Continúe usted, estimado lector.

La cacareada “LUCHA CONTRA LAS DROGAS” es, además de una estupidez, una guerra ficticia por cuanto su objetivo va contra la corriente. Así, por ejemplo, hay mayores probabilidades  de lograr que el Amazonas discurra del Atlántico hacia el Pacífico antes de erradicar de la faz de la tierra el narcotráfico bajo el vigente marco legal.

Entonces: ¿debemos aceptar que lacra tan execrable será nuestra compañera hasta el fin de los tiempos?

De ninguna manera, especialmente cuando el remedio está a la vista siendo el mismo aplicado el año 1933 cuando, como por arte de magia, se vaporizaron las mafias que se enriquecían traficando alcohol tras la derogación de la infausta e irracional Ley Seca:

Legalizar la producción, distribución y venta de todas las drogas existentes de modo que estén al alcance de quien desee adquirirlas sin ningún requisito, como pudiera ser una receta médica. Cuando ello se concrete, no solo el narcotráfico se vaporizará, sino que, simultáneamente, la pléyade de falsos profetas que se enriquecen malamente manteniendo la vigencia de la ley, perderán la teta.