¿QUIÉN RESPONDE POR EL INCREMENTO DE LA INSEGURIDAD?

(Piura, 22 noviembre 2019)

Luis Gulman Checa

¿Sería razonable/lógico/aceptable responsabilizar al mandatario por el incontenible incremento de  la inseguridad increpándole su incapacidad para tornar  calles, avenidas y parques, a lo largo y ancho del país, en verdaderos oasis de paz, calma y sosiego?

Solo alguno de los tantos semi bestias que pulularon en el Congreso - feliz y legalmente - disuelto por el presidente Martín Vizcarra, sería capaz de sostener  afirmación tan irracional por la simple, obvia y elemental razón que la misma es un caldo desbordado que empezó a cocerse décadas atrás, en mi opinión, cuando el “Atila” Velasco Alvarado destrozó la formidable educación pública imperante en el país, además, obviamente, de la destrucción de los aparatos productivos, empezando por el agrario, abriendo la puerta para que la desocupación y pobreza hicieran presa de innumerables hogares devenidos por ello en “universidades” (antecesoras de las basura aparecidas décadas después) productoras de las malditas semillas que, diseminadas por todos lados, produjeron delincuentes, de todo jaez, convertidos en plaga incontrolable.

Si lo expresado líneas arriba tuviera visos de verosimilitud, debemos  concluir que, por décadas, incontables hogares peruanos procrearon,  amamantaron y ¿educaron? a todos y cada uno de los integrantes de la plaga que nos asola. Ergo, todos y cada uno de los jefes de éstos son directos responsables del mal que ahora sufrimos.

Tampoco podemos obviar que inseguridad y corrupción son primos hermanos, lo que torna mucho más difícil combatir la primera. Al respecto, una reflexión:

Si la más acrisolada honradez, dignidad y sentido de la responsabilidad anidara en las mentes de todos los funcionarios (*), la inseguridad no existiría. ¿Por qué? Por cuanto, tan luego hubiera asomado el primer síntoma de caos y/o desorden, el responsable hubiera sido aplastado tan igual como se hace con una alimaña.

Además, mientras de una parte nos lamentamos por la creciente inseguridad (imperio de la delincuencia), por otra, como si fuéramos émulos de Santa Rosa, es decir, impolutos y libres de pecado, no tenemos el menor empacho en treparnos a motocicletas (**) prestando un delincuencial servicio de transporte público y/o ser asiduos clientes de vendedores ambulantes, también violadores de la ley, cuando tenemos al lado y a nuestra disposición excelentes y formales establecimientos capaces de surtirnos de todo lo necesario.

Así, entonces, sería deseable que quienes imputan al mandatario por incompetente e inútil a este respecto, den un paso más recomendándole qué medidas impondrían ellos para regalarnos el señalado y soñado oasis.

Personalmente sí tengo una receta que funcionaría de maravilla aunque chocaría con la demografía.

(*) Incluidos militares, policías, jueces y fiscales.

(**) Poniendo, irracional e irresponsablemente, nuestra vida en riesgo.