AMARILLISMO PERIODÍSTICO
(Piura, 16 febrero 2018)
Luis Gulman Checa
Tal práctica, fatalmente cada vez más arraigada,
equivale a una degeneración de la digna y necesaria tarea de los medios de
informar con la verdad coadyuvando a la
educación ciudadana, por cuanto, buscando incrementar sus ventas, publican
titulares llamativos y escandalosos sobre hechos intrascendentes y/o
especulativos.
Lamentable ejemplo de lo afirmado lo tenemos en
la primera plana de la edición de “Correo” de la fecha:
MATA A SU CUÑADO A
PUÑALADAS
Rosvel García asesta 12 cortes a Roberto Barrios cuando
libaba licor en Paita. El homicida es detenido por la policía y confiesa que la
víctima maltrataba a su hermana.
¡Cuidado!
Ni por asomo insinúo que la muerte de una persona es irrelevante, todo
lo contrario, tiene gran trascendencia para sus deudos e íntimos allegados,
por lo que, con respeto y francamente, preguntémonos:
¿Qué diablos nos interesa
a los piuranos este lío entre beodos?
Ahora, si Piura fuera una sucursal del
Paraíso Terrenal donde nuestras vidas fueran idílicas disfrutando de arpegios
gratos a nuestros oídos; degustando manjares a discreción; maravillándose nuestra
vista contemplando parques de ensueño y, finalmente, si nuestros
campos estuvieran tan bien explotados que las riquezas que nos prodigaran no
cupieran en nuestros bolsillos; ahí sí, sería natural que un crimen como el
resaltado por “Correo” merecería la mayor de las difusiones al ser un exabrupto
en nuestro gozoso devenir.
Sin embargo, estimado lector, discurriendo
nuestras vidas en las antípodas del cuadro descrito líneas arriba, no solo
porque cotidianamente hay occisos por doquier sea por robos, venganzas, líos de
bandas delictivas, deficientes mentales conduciendo vehículos en pésimo estado
y/o circulando por lugares prohibidos, sino también deprimentes revelaciones de
funcionarios corruptos, es decir, personas que luego de jurar cumplir con un
deber, una vez aupados, se zurraron en
tal juramento dedicándose a rapiñar el
erario, es decir, robarnos a todos y cada uno de nosotros.
Si tal es nuestra real condición,
preguntémonos:
¿Cuál es la
trascendencia del occiso paiteño?