DIAGNÓSTICO ERRADO
(Piura, 28 febrero 2018)
Luis Gulman Checa
Todos en nuestro país, autoridades, prensa y
ciudadanía, mayoritariamente, están cometiendo un craso error comparable, por
ejemplo, a un médico quien, tan luego entró el paciente a su consulta, tras una
mirada, emitiera su diagnóstico inapelable: Cirrosis en grado extremo, 48
días de vida. ¿Qué opinión le merecería, estimado lector, semejante
sentencia?
Me baso, concretamente, en la información
publicada en “El Tiempo”, edición del pasado lunes 26, aparecida con el
siguiente titular de portada:
“Ninguna obra para
empresas corruptas”
Presidente Pedro Pablo Kuczynski reafirma “castigo” para
las constructoras pero también anuncia que se modificará la Ley de
Contrataciones del Estado para agilizar las obras.
Presidente, ministros y el titular de la Autoridad para
la Reconstrucción con Cambios, reunidos en Piura, también incluirán las
propuestas de las regiones.
Las autoridades están imitando la actitud del
supuesto médico, por cuanto, cual imberbes y/o irracionales, continúan acusando
de corruptas a las empresas sin haberse tomado la molestia de analizar el tema en
profundidad para destrabar la siguiente incógnita: ¿Quién apareció primero, el
huevo o la gallina? En este caso, quién es el responsable de la corrupción, ¿el
corrupto o el corruptor?
Corrupto es quien se deja pervertir o
corromper. Así, en el llamado caso Lava Jato, tal adjetivo es aplicable a la larga lista de FUNCIONARIOS PERUANOS, de capitán
(presidentes de la República) a paje, que recibieron coimas de las empresas
contratistas.
Corruptor es quien soborna al corrupto. Un
ejemplo local lo tenemos en aquellas personas que, obvia y visiblemente, le han
roto la mano a funcionarios corruptos
para que les adjudiquen, por una peseta, terrenos públicos o, también,
para que les construyen puentes ad hoc para sus inversiones inmobiliarias.
Digresión:
¿Acaso no son siameses quienes corrompen
repartiendo decenas de millones
de verdes
para obtener contratos para ejecutar grandes obras públicas con
quienes, modestamente, sueltan unas pocas decenas para
obtener licencias de riego ilegales o para
que funcionarios les ejecuten obritas ad hoc?
Sin embargo, pasemos por alto estas
disquisiciones y vayamos al fondo del asunto: la urgencia por abatir la CORRUPCIÓN que nos mantiene postrados.
Se anuncia, cual panacea, modificar la Ley
30556 que regula las Contrataciones del Estado, lo que evitará, dijeron, la participación de las empresas cuestionadas
en el proceso de Reconstrucción con Cambios por lo que las licitaciones serán transparentes.
Precisando que la transparencia de las
Licitaciones no tiene nada que ver con la calidad de las empresas participantes,
dependiendo, por lo contrario, única y exclusivamente, del nivel/calidad de los
miembros de las Comisiones de Licitación respectivas; reitero el siguiente
planteamiento:
Nuestro enemigo no es
externo (empresas contratistas nacionales y extranjeras) sino está enquistado
en nuestra propia naturaleza (leer el libro de Alfonso Quiroz) y no es más que la interminable recua de
rateros congénitos que nosotros mismos elegimos (ELECTARADO) quienes se rodean, mayoritariamente, de
funcionarios de su calaña, y, para
colmo, hasta los reelegimos. Ninguna ley
(hecha la ley, hecha la trampa) va a solucionar nuestro problema sino medidas
radicales como, por ejemplo, las aplicadas cuando la gangrena infecta parte del
organismo: SE AMPUTA.
En atención al grado de putrefacción que
alcanzó nuestro aparato público, vislumbro que solo nos queda uno de dos
caminos:
·
Adoptamos
las medidas aplicadas en países con milenarias culturas, liquidando en el acto
a los comprobados corruptos, como, por ejemplo, indiscutiblemente es quien
accedió al gobierno pobre de solemnidad y salió más rico que Midas o,
·
Cedemos
en concesión por 50 años la administración del Estado a algún país auténtico.