¿PIURA EN EMERGENCIA?
(Piura, 24 diciembre 2018)
Luis Gulman Checa
El estado de emergencia es un régimen de
excepción que puede dictar el gobierno de un país ante la súbita presencia de
situaciones excepcionales. Así, ejemplo perfecto, actual y muy lamentable, es
el fenómeno natural, abrupto e imposible de pronosticar recién acaecido en Indonesia,
originando la muerte de cientos de personas más miles de heridos y
desaparecidos.
¿Recordamos a Mandrake el mago ilusionista? Personaje
tan fabuloso ha quedado como chancay de a medio al lado de
algunos funcionarios del gobierno peruano ante disparatado, ridículo y absurdo
acuerdo:
Declaran en
emergencia a La Arena y Querecotillo ante inminentes lluvias.
La primera y obvia inquisición que debiéramos
plantearnos al leer tremendo adefesio es ¿cómo diablos hicieron los funcionarios
responsables para determinar que, las feroces lluvias que se nos vienen encima,
se dirigirían, salvaje y despiadadamente, sobre esas localidades mas no, por
ejemplo, sobre La Unión, Catacaos o Marcavelica?
Tal disposición sorprendió hasta a las
inefables autoridades locales encargadas de dirigir nuestros periódicos
entrenamientos capacitándonos para enfrentar, tranquila y ordenadamente,
auténticas situaciones de emergencia como, por ejemplo, terremotos o tsunamis.
Ellas, en un extraordinario rapto de lucidez y sentido común, en el término de
la distancia, solicitaron información sobre los criterios utilizados para
adoptar tan insólita determinación.
Sin embargo, a la luz de las cotidianas
informaciones dando cuenta de latrocinios perpetrados por autoridades y
funcionarios de toda laya, incluidos los elegidos por voto popular, el sentido
común tendría que llevarnos a la
siguiente conclusión:
Habida cuenta que el
citado estado permite obviar procedimientos complejos y demandantes de tiempo (“el
tiempo es oro”) como las indeseables
licitaciones, tendríamos que pensar que en esos ámbitos hay obras públicas, en la puerta del horno,
cuya ejecución se quiere agilizar y, especialmente, dirigir.
Señor Presidente: la lucha contra la corrupción
lo obliga a vigilar atentamente su entorno como lo demuestra el caso citado. ¿Corrupción
o supina estupidez? Sea lo que fuere, se requiere una buena patada, figurada, a
los responsables.