LA OBRA PÚBLICA EN LA PICOTA
(Piura, 25 julio 2019)
Luis Gulman Checa
Es fácil entender que la “Obra Pública”, entendida
como la construcción de infraestructura del Estado, es la base en la que se
sustenta la calidad de vida de los ciudadanos. En consecuencia, esta tarea, en
los países que merecen denominarse así, fluye continua e imparablemente sin
sufrir tropiezos de ninguna índole.
Gracias al formidable progreso de las
comunicaciones, podemos considerarnos testigos presenciales de su maravilloso
funcionamiento en otras latitudes, cuando, tras la ocurrencia de devastadores
tsumanis o huracanes, antes de disiparse, los Estados se ponen en marcha movilizando equipos y
personal especializado y competente de modo que, en el término de la distancia,
no queda ni una muestra del paso de los destructores fenómenos naturales.
La situación descrita líneas arriba, equivale
a otro ¿termómetro? para medir el grado de ineptitud, mala fe y punible
corrupción imperante en nuestro maltratado, saqueado y asolado país por la
mayoría de autoridades y funcionarios. Así, prueba indiscutible de lo afirmado
es la interminable cantidad de “obras
públicas” que, si bien se conoce tanto su valor presupuestado como la fecha de
inicio de los trabajos, ni siquiera el mismísimo Dios se aventuraría a
pronosticar cuánto costarán finalmente (suponiendo que algún día se culminaran)
ni, menos aún, la fecha de sus inauguraciones.
Sin embargo, tal no es la única lacra de la
“obra pública” en nuestro ¿país?, pues, como quedó patente, para nuestra
vergüenza, a raíz de las últimas “lluviecitas” del 2017, según informaron
profusa y cotidianamente los medios, fueron destruidos colegios, hospitales, carreteras,
puentes, etc., lo cual, si la información hubiera sido cierta, implicaría que
todos sus procesos constructivos estuvieron plagados de falta de criterio y/o
supina ignorancia y/o escandalosa corrupción, ergo, hubiera sido una
confirmación más de la desastrosa condición de la “Obra Pública” en el país,
incluido, obviamente, nuestro departamento.
La apatía y/o desinterés de la ciudadanía
ante la debacle caída sobre la “Obra Pública”, me trae a la mente cómo reacciona al sentirse amenazada por pestes o
alimañas, como, por ejemplo, el dengue o las ratas. Ahí sí clama por la inmediata acción del Estado
para combatirlas y erradicarlas con
todos los medios disponibles, entre ellos, envenenando a los roedores. Entonces, me pregunto:
¿Por qué permanece en
silencio e indiferente ante la perniciosa acción de las “ratas” y los “virus
infecciosos” atentando contra la “Obra Pública”, robándose el dinero, en vez de
exigir su exterminio como el de los roedores?