FÚTBOL: MERECIMOS MÁS
(Piura, 26 junio 2018)
Luis Gulman Checa
Salvamos el honor y salimos del fondo. Sin
embargo, de no ser por aquello de que “así es el fútbol”, debimos haber clasificado
cómodamente.
No se trata de señalar “culpables” porque
ello sería una tontería dado que el fútbol es jugado por seres humanos, ergo,
es natural cometer errores.
Digresión:
Veamos los casos tanto del pobre iraní (debió
quedar al borde del suicidio) quien, cuando el partido en el que enfrentaban a
Portugal estaba por exhalar su último suspiro, erró el gol con el arco a su
disposición negándole el triunfo a su equipo, como los de las súper estrellas
del fútbol mundial, Messi y Ronaldo, quienes, cual jugadores comunes y corrientes,
no fueron capaces de convertir los penales que ejecutaron.
Definitivamente tenemos equipo para hacernos
olvidar a las ¿vacas sagradas? de antaño
que todavía - a pesar de los indignos partidos de despedida de Argentina 1978 y
España 1982 - siguen llenando páginas y minutos en vez de desaparecer del imaginario colectivo.
No olvidemos que la digna y rescatable actuación
del equipo peruano en Rusia - adonde llegamos, tampoco lo olvidemos, milagrosamente, gracias
a la conjunción a diversas circunstancias irrepetibles - se debe a la impecable
gestión de la cabeza responsable: Ricardo Gareca.
¿Acaso insinúo que, de alejarse dicho DT, el
actual “equipo” correría el riesgo de desaparecer/vaporizarse? Así es. Salvo que,
de concretarse su alejamiento, los responsables de la Federación Peruana de
Fútbol se esmeren reemplazándolo por alguien capaz de seguir el camino ya
trazado.
Como soñar no cuesta nada, cerremos los ojos e
imaginemos que Cueva sí convirtió el penal ante Dinamarca y, también, el
zapatazo de Aquino ante Francia, en vez de impactar en el vértice derecho,
ingresó limpiamente por el rincón de las ánimas.
Si así hubiera sido, sabe, estimado lector,
¿cómo hubiera quedado la tabla?
Perú 05
puntos.
Francia
05 “
Dinamarca
03 “
Australia 01
“
¿Lo negativo, si así hubiera sucedido? El “oxígeno”
que habría recibido nuestra impresentable clase política.