EL CRÌTICO (FINAL)

(Piura, 04 abril 2019)

Luis Gulman Checa

Termino de responder al solapado autor de “En la mira”, sección del diario “El Tiempo”, su obvia referencia a mi persona, cuando consignó:

“estaría haciendo trabajo de atacante verbal para una minera”

Fatalmente para mi atacante,  es probable que el suscrito hubiera empezado a tratar el tema de la minería cuando él cursaba  inicial o primaria, como podrá constatarlo revisando el archivo del diario en el que labora, con el que colaboré más de 30 años publicando artículos de opinión, en calidad de ad honorem.

Una vez concluida la sugerida revisión, le recomendaría hacer lo propio con mi blog: lgulmanch.blogspot.com, donde hallará innumerables artículos sobre el mismo tema, es decir, el reiterado reclamo por explotar nuestros recursos minerales, como se hace, inteligente y legalmente, en todo el mundo.

En atención a que “lo que abunda no daña” y/o “más vale que sobre a que falte”,  preciso que al artículo subido a mi blog el pasado día lunes, obvio detonante de su cobarde ataque, fue uno más dentro de mi línea  comprometida, única y exclusivamente, con mi consciencia, precisando no tener la menor idea respecto de quién está detrás del proyecto “El Algarrobo”

De igual manera,  los incontables artículos publicados propugnando la necesidad de explotar el formidable yacimiento de Río Blanco, ubicado en la cuenca del Atlántico de las  provincias de Ayabaca y Huancabamba - siendo por ello imposible que atente contra la ubérrima y formidable agricultura costeña -; no se han debido a ningún trabajo, es decir, escritos a cambio de un estipendio, sino, reitero, porque me nació de los cojones escribirlos.

Sin embargo, años atrás, durante un período de tiempo, sí colabore, de día y con sol, con la Compañía de Minas Buenaventura, coadyuvando a posibilitar la explotación del yacimiento “El Faique”, sito en el territorio propiedad de la Comunidad Campesina “Juan Bautista de Locuto”, Tambogrande.

¿En qué consistió, básicamente, mi trabajo en aquel tiempo? En dialogar, razonar y reflexionar con cuanto comunero logré establecer contacto respecto a lo conveniente que sería para ellos dar paso a la explotación del yacimiento -soterrado 400 metros en el sub suelo, en pleno despoblado y sin ninguna fuente de agua a la vista - por los enormes beneficios que ello podría reportarles, planteándoles lo siguiente de muto propio:





A cambio de la autorización para realizar los trabajos de exploración, la empresa instalará, en cada casa de la Comunidad, un caño  proveyendo agua potable permanentemente y, además, asumirá la tarea de poner en óptimas condiciones, en todo sentido, los colegios de  los anexos comunales.

Fatalmente, este idílico final no se concretó por la malhadada actitud de un exalcalde de Tambogrande -  que impidió, malversando recursos y personal a su cargo, la culminación de un referéndum en el que los comuneros estaban apoyando, mayoritariamente, la propuesta -  cuyo nombre, por higiene mental, me abstendré de consignar.   

¿Cuántos años más continuarán los cientos o miles de niños, mujeres y ancianos de la comunidad formando largas colas en los puntos de agua (cuando llega) para cargar sus bidones y transportarlos a sus casas, por culpa de los malditos e irracionales opositores a la minería?