LOS INSONDABLES DESIGNIOS
DE DIOS
(Piura, 11 abril 2019)
Luis Gulman Checa
A los creyentes nos es absolutamente
imposible entender qué hay detrás de cada decisión divina, en especial cuando
nos impactan fuerte y directamente al llevarse de este valle de lágrimas a
personas cercanas: padres, hijos, hermanos y otras que, sin que nos unan lazos de sangre,
por variadas circunstancias de la vida, las sentimos como nuestras.
Personalmente, desde niño empecé a lidiar con
la muerte de personas muy cercanas y, salvo escasas excepciones donde ella
significó un merecido descanso para los que fueron llamados luego de haber
bregado innumerables décadas con la frente en alto y haciendo el bien;
reiteradamente fui golpeado por insondables designios cegando la vida de otras muy
íntimas no solo con décadas de vida por delante sino, de bien, útiles y
positivas para la sociedad.
Siendo innegable la existencia de Dios, a
veces, ante decesos inesperados, invade
mi mente la siguiente reflexión:
¿En qué estará pensando
Dios Nuestro Señor cuando se lleva a una
persona de bien, habiendo tantas cuya desaparición sería una bendición para la
colectividad?
Sin embargo, aceptando nuestra condición de
simples mortales de paso efímero por esta vida, no tenemos otra opción que
aceptar las decisiones divinas cumpliendo con nuestro deber de confortar a los
deudos y dar cristiana sepultura a quienes partieron antes que nosotros a la vera del Señor.
Hace pocas horas dejó de existir Tulio Guido
Vignolo Díaz, “Pucho”, con quien no solo una semana atrás compartí una mesa en el club
en unión de otros amigos, sino que en la
hora actual, en unión de su compañera, debería estar disfrutando de unas
merecidas vacaciones en alguno de los paradisiacos retiros del mar Caribe.
La prueba incontrastable que “Pucho” fue una
persona de bien y querido por cuantos lo conocieron y trataron, quedó plasmada
durante sus últimos días en la clínica donde fue internado, por la solidaridad,
amistad y compartido sentimiento de dolor por los sufrimientos que lo afligían,
que embargaban a todos los presentes.
Querido “Pucho”:
¡Hasta pronto!