PIURA LINDA Y PRECIOSA

(Piura, 20 septiembre 2019)

Luis Gulman checa

¡Es maravilloso cuando los candidatos, tan luego asumen al ser elegidos, antes de empezar a calentar asiento, se lanzan, denodadamente y sin descanso, a dar fiel cumplimiento a sus ofertas de campaña, las cuales, debe suponerse, fueron la razón que los elevó a las alturas!

Me motiva el hecho de haber caminado por aceras impecables  de varias cuadras del centro de la ciudad (entre las 09 y las 10 am), maravillándome tanto el orden imperante como el escrupuloso y absoluto respeto a las normas y ordenanzas vigentes tendentes a lograr el objetivo señalado en el epígrafe.

En verdad, por  un momento creí encontrarme en el país de Alicia (el de las maravillas) por cuanto lo único que oía eran los suaves trinos de los pajarillos posados en las ramas de los bellos y enhiestos árboles proporcionándonos sombra y un panorama paradisiaco.

¿Recuerdan los lavadores de autos ejerciendo su oficio por todo el ámbito del centro de la ciudad, abriendo las puertas de los vehículos impidiendo el tránsito, zurrándose en clara ordenanza municipal? Pues, les cuento, habían desaparecido como por arte de magia, razón por la que, mentalmente,  agradecí a Dios por lo magnánimo que fue al enviarnos tan digna autoridad.

No divisé ni un solo motociclista de los que antaño circulaban ilegalmente  cual riada incontenible buscando pasajeros haciendo tronar las bocinas sin cesar, ni, menos aún, un solo vehículo indebidamente estacionado, quedando demostrado así que, la autoridad que elegimos, había honrado su palabra.

¿Y la basura? Como por arte de magia - aquella fiel compañera que en el pasado ¿decoraba? aceras, jirones y avenidas - había desaparecido como por ensalmo, debido, fundamentalmente, a que la autoridad, cual Mesías redivivo, había lanzado un mensaje que caló, profundamente y para siempre, en mentes y corazones de todos los piuranos.

Sin embargo, el éxtasis me elevó a alturas inimaginables cuando circulé por la avenida Sánchez Cerro, pues, habiéndose podido comparar antaño con el infierno instalado en la tierra por los insoportables ruidos producidos por bocinas y gritos de ¿descerebrados y bestializados? conductores y reclutadores, ahora, como por arte de magia o, reconozcámoslo, gracias al bendito influjo de la flamante autoridad; parecía un oasis calmado y silencioso en el que vehículos y peatones circulaban tan ordenada y silenciosamente que, en vez del antaño figurado infierno, había devenido en un santo y calmo cementerio, como aquellos donde nuestros deudos, merecidamente, descansan en paz.

Para nuestra desgracia, lo relatado líneas arriba solo fue un  sueño.