ESTUPIDEZ ELEVADA A LA ENÉSIMA POTENCIA
(Piura, 28 octubre 2020)
Luis Gulman Checa
¿Alguna vez usted, estimado lector, al ingresar
a una casa, teatro, salón de convenciones y/u otros lugares similares, se topó con trampas disimuladas en el suelo que
podrían atraparlo hiriéndolo y hasta matándolo?
Con toda razón y de primera intención, se preguntará
usted ¿qué bicho picó al escriba que amaneció con los “chicotes cruzados”?
Ojalá fuera esa la motivación del presente, pero, fatal y lamentablemente, se
debió a un viaje de Piura a Máncora y viceversa lo que me permitió reconfirmar
el inconmensurable grado que ha alcanzado la maldita estupidez en las mentes de
muchos funcionarios, demostrada, clara e indubitablemente, en la interminable
serie de los MALDITOS ROMPE MUELLES sembrados cual traicioneras minas
terrestres en tiempos de guerra, tal y como si los conductores de vehículos, en
vez de seres m/m pensantes y racionales, semejaran una caterva de búfalos
salvajes y desbocados arrollando todo lo que hallaran a su paso.
Esta maldita y criminal lacra se abatió sobre
nosotros en épocas, relativamente, recientes. Así, recuerdo los innumerables
viajes entre Piura y Lima, casi siempre nocturnos, conduciendo los formidables
autos Fiat 124, cuando las vías aún no
habían sido mancilladas/lastradas por estos auténticos engendros de Satanás pudiéndose
conducir libre y confiadamente aprovechando la ventaja de la oscuridad nocturna revelándonos
cuándo teníamos la pista libre al no aparecer luces al frente pisando el
acelerador confiadamente. Sin embargo, hogaño, con el transcurrir del tiempo y
la proliferación de las citadas lacras; no tengo el menor deseo de someterme al
suplicio de reventar caja de cambios y frenos ante cada uno de estos estúpidos
obstáculos, obra de mentes invadidas por gusanos.
Los medios han contribuido en gran medida a la
proliferación de los malditos rompe muelles por cuanto, cada vez que una
persona, con evidente deficiencia mental, invade al área destinada para la
circulación de vehículos, sin percatarse si la vía está libre, y es atropellada
y muerta, raudos, cual modernos Robin Hood defendiendo a los pobres y explotados,
ladran: es necesario instalar rompe muelles para proteger al peatón.
Sin embargo, la cruda verdad es que, casi siempre, cuando suceden estos
lamentables hechos, es el conductor quien debería ser el protegido ante la
punible imprudencia del occiso o suicida.
Quien tuviera licencia de conducir y hubiera
pecado mortalmente al extremo que siente que su destino será el infierno, le
digo, con el corazón en la mano, que puede purgar sus pecados sometiéndose al
tormento de conducir un vehículo entre Sullana e Ignacio Escudero, ida y
vuelta, un día entero, y su alma quedará tan pura como la de un recién nacido.