TAREA PARA LA DEFENSORÍA
(Piura, 04 octubre 2020)
Luis Gulman Checa
Recordé un episodio ocurrido pocos años atrás
mientras se ejecutaba una gran
rehabilitación del sistema de desagüe en nuestra ciudad y la Defensoría, firme,
pública y concienzudamente, planteó la siguiente exigencia al contratista:
Instalar sistemas de
escape, como los vehículos, a las perforadoras neumáticas porque el ruido
generado afectaba/maltrataba la paz ciudadana.
Absteniéndome de calificar tal exigencia,
rescato el interés de la entidad por preservar la paz, en este caso
representada por la erradicación de ruidos molestos, lo cual, imagino, debe respetarse
en países auténticos.
Dicho ello, me planteo la siguiente reflexión:
¿Cómo diablos, un ente
que protestó por ruidos esporádicos e imprescindibles, permanece mudo en cien
idiomas ante el atroz estruendo, asolándonos día y noche, producido por las
atronadoras bocinas, escapes libres y/o pitidos agudos e insoportables emitidos
por las alarmas de los vehículos cuando alguien pasa a su lado?
No hay mejor ejemplo de incoherencia e
irracionalidad como el implícito entre actitudes tan contrapuestas. ¿Acaso el
ruido producido por una motocicleta con escape libre, conducida por una bestia
con apariencia humana, circulando a altas horas de la noche, es, para la
Defensoría, comparable a una polonesa de Chopin? Si protestó por el imprescindible y eventual
ruido producido por las perforadoras, ¿por qué calla ante los otros que están
penados y proscritos?
Habiendo autoridades responsables de hacer
cumplir las citadas normas, cuando incumplen su deber caen en falta o delito.
Entonces, la rimbombante Defensoría, con
la sagrada tarea de defender al ciudadano de a pie, ¿Por qué no actúa
denunciando tales autoridades ante el Ministerio Público por omisión de
funciones, entre otros varios que un letrado podría explicarle?
Concluyo con un consejo para el responsable en
Piura de esta entidad:
Ubíquese en algún punto
de la avenida Sánchez Cerro, de preferencia en hora punta, y será testigo del
inconmensurable nivel que puede alcanzar la estupidez humana representada
por el inclemente concierto de bocinas atronando
el espacio sin motivo ni razón. No lleve pistola, podría descerrajarla sobre un
salvaje conductor.