PIURA AL GARETE
(Piura, 26 noviembre 2020)
Luis Gulman Checa
La vergüenza ajena que me invade, figurativamente,
rebosa por los poros de mi piel ante la cobarde inacción de las autoridades
que, obvia y estúpidamente, nos auto infligimos, manteniéndose ciegas, sordas y mudas ante la grave bomba de
tiempo amenazando explosionar generando imprevisibles daños, como lo es el irracional y permanente reclamo de
los agricultores EXIGIENDO se les dote de agua para regar sus estresados
cultivos.
Analizando detenidamente tal situación, se
podría llegar a concluir que, para nuestros ¿adalides?, los agricultores son
comparables a una colosal manada de bestias salvajes con las que no es posible
dialogar, salvo protegerse sumiéndose en el hoyo más profundo a la vista para no ser arrasado por su arrolladora y
destructora acometida.
Evidentemente, los aludidos, no han oído o no entendieron la frase “Tomar al toro por los cuernos” o, conociéndola
y entendiéndola, la naturaleza fue mezquina con ellos olvidando dotarlos de los
atributos semejantes a los que, para nuestro beneficio, ponen las gallinas.
Así, se
zurran de miedo en los pantalones antes de enfrentarlos poniéndoles las cartas sobre la mesa:
Señalando y detallando,
con puntos y comas, que ellos son los únicos responsables de la sequía que los
está asolando.
¿Será tan difícil hacer entender a los hombres del campo - gremio que orgullosamente
integré por más de cuatro décadas - que no hay ser humano sobre la tierra capaz
de atender sus exigencias, procediendo a sugerirles imitar a sus colegas bajo
piuranos, cuando, décadas atrás, estando azotados por las constantes sequías al
depender, únicamente, de las avenidas del irregular e impredecible río Piura;
recurrían a sus Cristos, Vírgenes y Santos suplicándoles, de rodillas,
interceder en las alturas para que la bendita agua fluyera?
Los protestantes podrían, además de impedir el
tránsito vehicular en importantes vías de comunicación, incendiar los vehículos
que osaran circular con todos los tripulantes adentro. Sin embargo, a pesar de
tales bestialidades u otras peores, las autoridades ante las que reclaman, no tendrían
la posibilidad de atenderlos,
Reflexiono sobre la suerte que corre un vil
asesino culpable y confeso, y me pregunto: A quién, figurativa y fatalmente, se
le cercena la cabeza, ¿a él o al vecino? Así, siendo los agricultores los
directos causantes de la actual sequía por su incalificable exigencia de plantar
una segunda campaña de arroz, crimen al que contribuyeron las ¿autoridades? de “medio
pelo” que agacharon la cabeza y lo permitieron, no les queda más que,
demostrando ser auténticos hombres de pelo en pecho, pagar, igual que el
asesino, por su crimen.