QUE EL PROGRESO NO SE DETENGA

 

(Piura, 19 noviembre 2020)

 

Luis Gulman Checa

 

Décadas atrás, en mis inicios como agrónomo, los asnos, matizados con algunos caballos,  eran el mayoritario medio de transporte usado por los trabajadores del campo, como también ambos tiraban de las carretas que transportaban lo que fuera necesario.

 

El tiempo fue transcurriendo e hicieron su aparición las bicicletas, las cuales, de a pocos, se fueron multiplicando en detrimento de los cuadrúpedos. Sin embargo, los cambios se aceleraron   apareciendo motocicletas, moto taxis y moto furgones, de modo que  los equinos, silenciosos y respetuosos del medio,   casi, casi, desaparecieron del mapa dejándole el campo libre a las ruidosas y contaminantes máquinas llegadas, mayoritariamente, del Asia. Finalmente, como apreciamos desde tiempo atrás, los caminos rurales están invadidos por grandes y modernos buses transportando a sus centros de trabajo a campesinos que son recogidos de sus domicilios en los diferentes pueblos o caseríos.

 

Tal progresión es una de las tantas muestras del progreso o modernización producidos en el campo. Sin embargo, felizmente, llegaron muchas otras mejoras elevando las condiciones de vida,  como el servicio de energía eléctrica y las masivas comunicaciones como internet y telefonía celular.

 

¿Quién, en su sano juicio, se lamentaría por los evidentes beneficios que tales innovaciones significaron para el bienestar y progreso del campesinado? Solo un desquiciado, pues, las personas de bien rogarán para que la racha continúe y el progreso y bienestar inunde el campo cual río desbocado.

 

Sin embargo, fatal y lamentablemente, por razones inexplicables, permanecemos ciegos y sordos ante un formidable avance tecnológico conocido en nuestro departamento desde más de cuatro décadas atrás, el cual, a diferencia del bárbaro acogimiento  dispensado a los medios de transporte y, cometiendo un figurativo pecado mortal en atención a la aridez de nuestra zona, continúa siendo mayoritariamente ignorado/despreciado. Me refiero, obviamente, al RIEGO PRESURIZADO.

 

Algún desavisado diría: “Es muy caro. No está al alcance de nuestros empobrecidos agricultores”, a quienes respondería que los vehículos citados líneas arriba no cayeron del cielo cual moderno Maná sino  fueron adquiridos con dinero contante y  sonante.

 

¿Sobre quiénes recae la responsabilidad de que la tecnificación del riego no se haya masificado, especialmente, en zonas como Cieneguillo y San Lorenzo? Obviamente sobre quienes fungieron de líderes y adalides de los piuranos, quienes, para nuestra desgracia, no dieron la talla siguiendo ciegos y sordos ante el bárbaro desperdicio de la valiosísima AGUA REGULADA.

 

Ojalá, la fatal situación que estamos afrontando generada por la extrema sequía, sirva para HACERNOS ABRIR LOS OJOS y, de ahora en adelante, darle al agua disponible el trato que se merece.

 

Constantemente me pregunto:  

 

¿Qué pensaría de los piuranos un israelí, para quien el agua vale más que el oro, si viera cómo la desperdiciamos plantando arroz y regando por inundación, cuando, paralelamente, disponemos de inmensas áreas ávidas por recibir el LÍQUIDO ELEMENTO?