¿PARA QUÉ REPATRIAR A ALEJANDRO TOLEDO?

(Piura, 16 febrero del 2017)

Luis Gulman Checa

Empezaré planteando una pregunta simple:

¿Acaso, no es propio de cualquier persona m/m normal, alejarse lo más posible de seres/fuentes nocivas, pestíferas, corruptas y/o contaminantes?

Entonces, si, fatal y lamentablemente,  los adjetivos señalados son aplicables al susodicho, ¿qué ganaría el Perú o los peruanos trayéndolo de vuelta?

Estando en el siglo XXI, donde la primacía es de los derechos humanos irrestrictos y, en consecuencia, desde siglos atrás se descartaron penas, castigos, suplicios o tormentos como los que, por ejemplo, aplicaba la Santa Inquisición; ¿acaso la vuelta del expresidente no sería un problema absolutamente innecesario, como, evidentemente,  fue el estúpido retorno de Alberto Fujimori?

Lo que sí está obligado a hacer el Estado es resarcirse, en lo posible,  del perjuicio económico ocasionado por el prófugo, incautando cuanta propiedad o bien de cualquier índole, especialmente cuentas bancarias, posea en el mundo entero a su nombre o de quienes   hayan sido sus  cómplices.

Tengamos ´presente que A. T. no es el primer peruano que, habiendo ejercido la presidencia de la República,   huye del país, como tampoco, sospecho,  será el último. Así,   la propuesta de ignorarlo sumiéndolo en el olvido, también sería de aplicación en el futuro a otros de su misma calaña.

La situación perfecta/ideal sería una fórmula mágica que pudiera borrar su recuerdo de las mentes de los peruanos, lo que sería formidable por cuanto el laberinto/difusión/propaganda que se viene haciendo al airar  sus tropelías, sin duda está calando en las mentes de muchas personas mal encaminadas que, lejos de anatematizarlo, pueden verlo como un ejemplo  a imitar.

Olvidándolo,  se convertirá en un paria errante y despreciado en el mundo y el Estado no gastará ni un mísero centavo en mantenerlo, como, desgraciadamente, sí está obligado a hacer con el otro ex,  juzgado, condenado y cómodamente instalado en un establecimiento especial.

Sin embargo, apegándonos  al mensaje que él usó para proyectarse en la vida política del Perú reivindicando el Imperio Incaico, sí valdría la pena repatriarlo  siempre y cuando fuera para aplicarle el castigo que en aquellas épocas  hubiera recibido.