PIURANOS, LLUVIAS Y LA GATA FLORA
(Piura, 18 febrero del 2017)
Luis Gulman Checa
El pasado jueves por la noche, luego de
transcurridos varios días sin precipitaciones, nos cayó un refrescante chapuzón
corto pero m/m torrencial de 24.8 mm, nada del otro mundo pero perfecto para
mantener techos limpios y árboles y plantas verdes y lozanos. Además,
para alegrar el ambiente, porque hacía tiempo no los disfrutábamos: vientos, truenos y
relámpagos.
¿Muertos, heridos, desaparecidos, derrumbes o inundaciones ocasionados por la “tormenta eléctrica”?
Nada de nada, a excepción, como ya es sabido,
los consabidos inconvenientes generados
por nuestra supina incapacidad que, algunos desadaptados, pretenden
endosárselos a las refrescantes y vivificantes lluvias.
Diga usted, estimado lector, ¿quién sería el
responsable si luego de una lluvia como la señalada, el ingreso al aeropuerto
sito en Castilla amanece como una límpida y calma laguna de 30 a 50 cm. de
profundidad, en la que perfectamente podría organizarse una regata?
¿La lluviecita o el
salvaje/incompetente/incapaz que proyectó tal vía?
No permitamos nos metan el dedo convenciéndonos que las lluvias, en vez de
ser una bendición, son las responsables de la
destrucción de infraestructura pública y privada, cuando los culpables somos nosotros (autoridades (in)competentes) por
burros. Veamos un ejemplo bueno y otro malo:
·
El
cruce de las avenidas Sánchez Cerro y Vice,
pavimentado con adoquines de concreto,
está impecable y así seguirá aunque llueva a cántaros.
·
El
acceso al puente Cáceres en la margen de Castilla, asfaltado, es un desastre
intransitable. Pregunto: ¿Qué calificativo merece el responsable de que tal
zona no esté adoquinada?
Reconfirmando lo señalado, ¿acaso no es para
echarse a llorar la duración del parchado realizado en pistas y
avenidas afectadas por las minúsculas lluvias del verano del 2016, realizado el
segundo semestre de ese año, las cuales, en un santiamén, volvieron
a colmarse de cráteres
intransitables?
Lamentablemente, frente a las lluvias,
estamos como la gata Flora, la cual, cuando se la meten grita y cuando se la
sacan llora.