ODEBRECHT: ATENDIENDO AL CLIENTE
(Piura, 04 mayo 2017)
Luis Gulman Checa
Es ampliamente conocido
el aserto que dice “El cliente siempre
tiene la razón”, en virtud del cual personas y entidades que prestan
servicios varios a terceros, están obligados a adecuarse a los dictados y
gustos de ellos.
Entonces, si lo
planteado estuviera m/m en caja con la realidad, deberíamos plantearnos, in pectore,
una simple reflexión:
Acaso no
solo Odebrecht, sino todas las otras
contratistas, tanto brasileras como la miríada de locales aunque sean de “dos
por medio”, claramente corruptoras y/o
corrompidas, según fuere el caso, ¿no se limitaron a cumplir con las exigencias
de sus clientes (funcionarios podridos e indignos) al exigirles dinero para sus
sucios bolsillos?
Se explicaría la
andanada de improperios contra estas contratistas acusadas de corruptoras, si
nuestro Perú, lejos de merecer el calificativo de corrupto congénito (acaba de publicarse un
libro con detallada radiografía de la misma), fuera un dechado de pulcritud y
honradez. Sin embargo, como la realidad nos dice exactamente lo contrario,
deberíamos ser objetivos y reconocer que mil veces más
culpables/corruptos/indeseables que las citadas contratistas son los malos y
traidores peruanos que fueron a ofrecerse - a cambio de sucios dineros - para
estafar/robar a SU PAÍS.
Ya que los peruanos aún
somos mayoritariamente católicos, reflexionemos en los pasos obligados para una
correcta Confesión, aplicándolos a la
dolorosa circunstancia que estamos viviendo ante el feliz destape llegado
desde el Brasil (entendiendo que será provechoso para cambiar nuestro rumbo):
·
Examen de consciencia,
·
Dolor de contrición y
·
Propósito de enmienda.
Ello implicaría que,
antes que nada, debemos reconocer que nosotros, los peruanos, somos los reales
artífices de todos los actos corruptos (de los cuales habrá salido a la luz m/m
el 05%), ergo, aceptemos nuestras culpas y dejémonos de achacárselas a
terceros.
Seguidamente,
condolámonos por nuestra desidia, estupidez,
ceguera, obsecuencia, claramente demostradas por lo mal que hemos elegido
autoridades por décadas, comentario que, fatalmente, no requiere mayores
precisiones.
Finalmente, aprendida
la lección, no solo tendremos que ser exigentes y cuidadosos en las futuras
elecciones, sino que, además, debemos tener siempre a la mano los cuchillos
afilados para cortarle las pelotas a cualquiera que muestre el más mínimo
indicio de pretender desviarse de la senda correcta.