MERIENDA DE NEGROS
(Piura, 13 julio 2017)
Luis Gulman Checa
El título sintetiza los sucesos posteriores
al accidente sufrido por un “bus mirador!” cuando descendía del cerro San
Cristóbal en el Rímac, Lima, con el lamentable fallecimiento de varios de los
paseantes. Aclaro, para evitar suspicacias y/o malos entendidos, que el
epígrafe no es en absoluto peyorativo, discriminador, racista ni ofensivo, al
ceñirse, estrictamente, al diccionario de la RAE:
“Confusión y desorden
en que nadie se entiende”.
Pienso que nadie estaría en desacuerdo si el lamentable
hecho se califica como accidental, derivado de accidente, término que se define
m/m así:
“Suceso no planeado y
no deseado que provoca daño, lesión u otro efecto negativo”.
En consecuencia, no sería justo ni racional,
por ejemplo, meter en el mismo saco al desafortunado conductor (quien no
estaba bebido ni drogado) con Alejandro Toledo, imputado de haber pedido una
suma de dinero para favorecer a una empresa contratista con la ejecución de una obra, pues tal hecho no fue
fortuito y/o accidental sino una ratería llevada a cabo con pleno conocimiento
de causa. Ergo, el citado conductor, bien mirado, lejos de delincuente deviene
en víctima de las circunstancias.
Podría tener justificación el
laberinto/escándalo desatado si este
servicio turístico estuviera en sus inicios (digamos como el Titanic naufragando
en su primer viaje), sin embargo, según leí, no solo existe desde más de 20
años atrás sino que el periplo se inicia en la mismísima Plaza de Armas de la “Ciudad
de los Reyes”, por lo que tiene que haber contado con todas las licencias y
autorizaciones requeridas..
Entonces, ¿por qué tuvo que desatarse
tremendo escándalo tras este simple accidente como si fuera equiparable al horripilante y criminal incendio acaecido en
el edificio que fue de Nicolini?
¡Qué vergüenza el ver a las municipalidades
concernidas, la MML y la distrital del Rímac, lavándose las manos,
achacándole cada una a la otra la “responsabilidad” por el accidente!
Para coronar el desmadre, ratificando nuestra
condición de país en desarrollo (aún de quinta categoría) o en proceso de
descomposición (decida usted, estimado lector), hasta el circo, perdón, el
Congreso, no perdió tiempo en meter
su cuchara abocándose a ”investigar”.
¿QUÉ IRÁ A SER DE NOSOTROS?