¿PROSCRIBIMOS TODAS LAS CONTRATISTAS?

(Piura, 28 noviembre 2017)

Luis Gulman Checa

Con la mano en el corazón debemos aceptar que, el caso Lava Jato, lo único que hizo fue airear lo que todo el mundo sabía, pudiendo comparársele con la propalación del video Montesinos - Kuori, sacando a la luz la atroz corrupción impuesta por el binomio Fujimori - Montesinos, representado, actualmente, no lo olvidemos, por Keiko y su recua.

Si vamos a proscribir  todas las empresas contratistas, las auténticas y las de dos por medio, que pagaron coimas para ser adjudicatarias de una obra, a lo largo y ancho del país, digamos, desde dos décadas  atrás; me atrevería a afirmar que los dedos de una mano sobrarían para contar las  aptas  para contratar con el Estado.

Entonces, ¿cómo diablos podrían ejecutarse las imprescindibles obras de infraestructura pública de calidad y duradera, sin contratistas?

Lo he dicho y lo reitero, para perpetrar un acto de corrupción, imprescindiblemente, se requieren dos actores: Corrupto y Corruptor.

¿En la cancha de cuál nace la corrupción? Obvia y lógicamente en la del corrupto como ha quedado demostrado en todos los casos que, hasta ahora han salido a la luz (FALTA LA MAFIOSA CONCESIÓN DE OLMOS y otras obras más), como lo re confirma la flamante revelación del financiamiento de la campaña por el NO a la revocatoria de Susana Villarán: los funcionarios le tocaron la puerta a las contratistas buscando financiamiento.

El Estado se aplicaría un harakiri si proscribiera la participación de alguna contratista en futuras convocatorias. ¿Por qué? Por cuanto, irracionalmente, se privaría del concurso de empresas competentes tanto por su personal profesional y técnico como por su costoso y sofisticado  equipamiento.    

Hagamos una comparación entre una contratista y el Ejército Peruano:

 Cuando a raíz del colapso del gobierno de AFF quedó patente que los altos mandos del EP estaban carcomidos  por la corrupción, ¿acaso se liquidó tal instituto armado?

Entonces, comparativamente, por equidad, sería injusto y atentatorio contra la sobrevivencia de decenas de miles de personas que son parte de las empresas contratistas, condenarlas al ostracismo y desaparición.

Además, será muy ventajoso para los futuros funcionarios - honestos y competentes - tratar con contratistas ostentando tremendos rabos de paja por lo que tendrán que portarse cual angelitos.