ROMPER HUEVOS PARA FREIR TORTILLAS
(Piura, 13 noviembre 2017)
Luis Gulman Checa
Así también, es inevitable sufrir y soportar,
tranquilos y sin maldecir, atroces e inacabables embotellamientos de tránsito
vehicular como consecuencia de la rehabilitación y/o reparación y/o
construcción como Dios manda para que duren 100 años; de las calles y avenidas
intransitables y destruidas que nos dejaron las lluviecitas del pasado
verano utilizando rutilantes bloquetas.
Si lo expresado es una verdad de Perogrullo,
¿qué objeto tiene que los medios nos atiborren con informaciones alarmantes y
desmoralizadoras, como quien predice un cataclismo, que los piuranos estaremos largo tiempo sometidos
a este, real y verdadero, tormento?
Difundir informaciones de tal naturaleza, es
tan vano e inútil como, por ejemplo, anunciar que la oscuridad se abatirá sobre
nosotros cuando el sol se oculte.
¿Qué mensaje debería difundirse para calmar y
tranquilizar a la ciudadanía ante las incomodidades que, inexorablemente,
sufriremos? Por ejemplo, un par de
profundos asertos:
Después de la
tormenta llega la calma.
No hay mal que por
bien no venga.
Imaginemos, estimado lector, lo maravilloso
que será circular por las vías y aceras de Piura una vez que los trabajos de la
formidable Reconstrucción con Cambios, en marcha, hayan concluido.
Por ejemplo, considere usted que en el futuro
podrá caminar por las aceras con el cuello erguido y mirando hacia arriba
disfrutando del maravilloso paisaje que mostrará nuestra ciudad, a diferencia
del triste aspecto que el viandante muestra en la actualidad: encorvado y
vacilante mirando al piso para no terminar despatarrado y/o con algún hueso
fracturado tras caer en alguna de las sucesivas
trampas sembradas en ellas.
Y nuestros sufridos, imprescindibles,
valientes y voluntariosos hombres del volante, sin cuya
presencia nuestra vida sería imposible: motociclistas, moto taxistas, taxistas,
colectiveros, conductores de micros y combis, ¿acaso no se habrían hecho
merecedores de gozar conduciendo sus
vehículos por pavimentos perfectos y sin mácula como justa recompensa a la
titánica, atroz y peligrosa tarea que actualmente desempeñan desplazándose
entre huecos, baches y cráteres,
cumpliendo su sagrado deber de
movilizarnos?
Además, y finalmente, apelando a nuestra
acendrada fe, hagamos nuestro examen de consciencia:
¿Acaso el tormento que viviremos no es la justa penitencia
por el pecado de haber permanecido cual ovejas cuando nuestras autoridades nos
esquilmaban con “obras” de dos por medio?