COCESIONES LIMEÑAS: ¿DEL SARTÉN A LA OLLA?
(Piura, 18 mayo 2019)
Luis Gulman Checa
Sorprende el populismo implícito en las declaraciones
del alcalde de Lima sintetizadas m/m así: “Concesiones corruptas no van”, al estar
manifestando la intención de dejar sin efecto, unilateralmente, los respectivos
contratos.
Si tal barbaridad fuera perpetrada, la
lavada resultaría mucho más cara que la camisa por el exorbitante monto
que el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a
Inversiones) ordenaría pagar a la MML, es decir, al país entero.
Considero que la Contraloría General, férrea
defensora del buen uso de los recursos públicos, ya le habrá comunicado,
formalmente y por escrito, al alcalde de Lima el grave error que cometería si
desconociera los contratos por la razón expuesta líneas arriba.
Aclaro no tener la menor duda que quienes negociaron
los contratos en representación de la MML, el más suave comentario que merecen
es que jamás oyeron aquello de LA MUJER
DEL CÉSAR, pues, aunque ni uno solo de los 10 millones de dólares que
recibieron de las empresas ganadoras para sus campañas proselitistas hubiera
ingresado a sus bolsillos; está clara la imposibilidad que tenían para negociar
correctamente.
¡Cuidado! De ningún modo estoy diciendo que
los involucrados actuaron impolutamente, inclinándome hacia la otra
posibilidad: Sí metieron dinero sucio a sus bolsillos, aunque ello tendrá que
determinarlo el Sistema de Justicia.
La pretensión de dejarlos sin efecto se torna más irracional porque los actuales
concesionarios no son los originales, es decir, quienes se sospecharía habrían roto
manos para suscribir contratos abusivos y perjudiciales para los
ciudadanos, por cuanto vendieron sus derechos a terceros, limpia y legalmente,
absolutamente desligados de los malos manejos que pudieran haberse dado.
Entonces, siendo ello así, ¿qué fundamento habría para, figurativamente, darles
una patada mandándolos a volar?
El sentido común, apelando al aserto que dice
hablando
se entiende la gente,
indica que la MML, actuando tranquila y ponderadamente,
debería someter a profundo escrutinio los contratos vigentes apoyándose en personas
calificadas y, si realmente se identificaran
puntos oscuros y/o claramente manchados por la corrupción; recién convocar a
los actuales concesionarios para, conversando y entendiéndose, corregir lo que
fuera necesario.