RAZONAMIENTO ANTIPÁTICO
(Piura, 15 mayo 2019)
Luis Gulman Checa
Continuando con el tema del masivo reclamo de los agricultores exigiendo prebendas/protección de parte del Estado, no debemos olvidar el principio de que toda acción tiene una reacción o, si se prefiere, una consecuencia.

Así, entonces, cuando se  exige un precio mayor por el arroz (a pesar que desde décadas atrás estamos bajo el imperio del liberalismo y/o libre mercado), el sentido común indica que ello afectará a todos los peruanos que se alimentan, cotidianamente, con grano tan agradable a nuestros paladares, llevándonos a concluir que el precio artificialmente incrementado (dejando de lado la oferta y la demanda) será pagado por los millones de peruanos desligados de la producción de tal cereal.

Ahora, pongámonos en los zapatos del Estado y consideremos qué opción tomaríamos si la oferta de arroz en el mercado mundial permitiera importarlo a precios menores de los exigidos por nuestros agricultores, lo que  pondría a las autoridades competentes frente a la siguiente  disyuntiva:

¿Favorecemos a los pocos peruanos productores de arroz o a los millones que lo consumen?

He leído que los reclamantes, como respaldo a sus exigencias, aluden  que el Japón protege a sus agricultores, especialmente arroceros, incentivándolos con beneficios/apoyos para que continúen produciéndolo. Al respecto, considero que el Perú quedará apto para imitar a tan formidable país tanto en la citada política de promoción como en otras, cuando  se hayan arraigado entre nosotros  las siguientes tres conductas:
           
·         Los funcionarios que delinquen practiquen el seppuku.
·         Las huelgas signifiquen trabajar desmesuradamente  incrementando al infinito el stock de productos y
·         Calles, plazas y avenidas luzcan impolutas y ordenadas.

¿Acaso estoy propugnando que los productores de arroz se hundan en la miseria y sus hijos y familias desaparezcan por inanición?

De ningún modo, siendo mi deseo todo lo contrario, es decir, que se tornen prósperos y ricos abocándose a plantar otros cultivos descartando la increíble barbaridad de plantar arroz en el desierto utilizando costosísima agua regulada que tienen a su disposición absolutamente gratis.





¿Tiene el Estado una enorme responsabilidad entre manos o, de acuerdo a los cánones del liberalismo, debe dejar que el mercado se encargue de dilucidar el futuro de los agricultores?

Está enfrentado a una tarea ímproba por el calamitoso estado en que se encuentra la actividad agrícola, aún afectada por el descalabro generado por la Reforma Agraria, y que, además, recibió lo que bien podríamos denominar el tiro de gracia,  con la desaparición del Banco Agrario.

Razonemos:

Así como el Estado, medio siglo atrás descalabró la agricultura, ahora tiene la ineludible obligación de gestionar, apoyar y promocionar el financiamiento y promoción de cultivos que  no solo le saquen el jugo a la valiosísima agua regulada sino que, por su alta cotización en el mercado, enriquezcan a los agricultores.

Urgente tarea estatal:

Promover y posibilitar la instalación de sistemas de riego presurizados en el íntegro de las áreas de San Lorenzo y Cieneguillo, recurriendo a apoyos internacionales.