¿DESAPARECIERON LOS BURROS?
(Piura, 24 octubre 2019)
Luis Gulman Checa
Rememorando los tiempos antiguos, cuando el
burro o piajeno era el fiel compañero del hombre en el campo y, ante su
reemplazo por bicicletas, motocicletas y ómnibus originando la virtual
desaparición de estos nobles, fuertes y
dóciles animales; había llegado a la conclusión que, el antaño símbolo de
Piura, al lado del algarrobo, se había esfumado.
Sin embargo, caminando por las amenazantes
aceras del centro de nuestra ciudad plagadas de trampas idóneas para dejar
despatarrados a despistados transeúntes,
súbitamente, cual revelación divina, comprendí que los burros solo se habían
transmutado cambiando de aspecto y actividad:
Habían adquirido
apariencia humana y, en vez de ser conducidos como antaño, ahora son ellos
quienes tienen a su cargo la conducción de vehículos de toda clase.
Aunque, pensándolo bien, no es justo recurrir a
tan dignos animales para calificar a las auténticas bestias circulando
haciendo sonar las bocinas o conduciendo vehículos, especialmente motocicletas,
atronando el espacio con escapes libres, por cuanto estas actitudes demuestran
que tales energúmenos son
mil veces más irracionales que los auténticos burros. ¿Por qué?
Por cuanto, hasta la
actualidad, en recónditos parajes de nuestras serranías, ante la ausencia de
ingenieros con sofisticados instrumentos en mano, cuando se trata de abrir un
camino se recurre a un burro para que, paciente y concienzudamente, paso a paso,
vaya marcando la ruta más conveniente. Ergo, razonan.
Pero los burros gozaban de otra peculiar
característica: su absoluta pasividad y tranquilidad y, para elevar al infinito
nuestra desgracia, muchos de ellos se transmutaron en policías, como lo prueba la gran cantidad de tales ¿guardianes del orden? semejando
imperturbables y casi estatuarias figuras - haciéndonos recordar a los pacientes
e impávidos burros de antaño - probablemente reflexionando acerca de la
cuadratura del círculo o tratando de dilucidar quién apareció primero, el huevo
o la gallina; conclusión a la que nos lleva su total indiferencia y/o inacción
cuando, en sus narices, se perpetran faltas e infracciones de tránsito
sin que muevan un dedo.
Señor Dios:
Por favor, devuelve a
estos poseídos su condición humana.