CONSULTA PREVIA
(Piura, 16 enero 2021)
Luis Gulman Checa
La ¿bendita o maldita? imposición del epígrafe
tiene partida de nacimiento y DNI desde que en febrero de 1995 se promulgó la
Ley de Consulta Previa, ergo, el desarrollo y progreso del país enfrenta una
valla casi insalvable habida cuenta la ignorancia y/o desinformación de nuestras
masas ciudadanas, las cuales, para peor, son embaucadas por reales y claros
traidores a la patria mintiéndoles y mal informándolas.
Vayamos reflexionando:
Si en el Perú impera el sistema democrático, ergo, la
ciudadanía, libre y voluntariamente, cada cierto tiempo concurre a las urnas para escoger en manos de
quién poner el destino y la conducción del país, ¿qué sentido tiene recortar
las facultades de los elegidos obligándolos a pedir permiso a quienes ya le
dieron su confianza para tomar decisiones en pro del desarrollo y progrese del
Perú y los peruanos?
La consulta previa, eufemismo utilizado por
solapados enemigos del Perú (no se me quita son quintacolumnistas pagados por los
envidiosos chilenos) viene siendo el maldito y figurado candado manteniendo
cerrada la puerta por la que debería estar brotando dinero a chorros gracias a
la gran actividad minera que debiéramos estar disfrutando.
Comparemos el país con una familia. ¿Sería
imaginable que un padre se empeñara en orientar a sus hijas para trabajar
en lenocinios y a los varones a
convertirse en sicarios? ¡Absurdo! ¡Irracional! ¡Increíble! Tal no sería un
auténtico padre de familia sino un maldito engendro de Satanás.
Así, entonces, la existencia de la Consulta
Previa implica o lleva consigo que el
gobernante al que dimos nuestra confianza sea equiparable al padre del ejemplo,
es decir, capaz de actuar en contra del
país al extremo de poner en riesgo la vida de peruanos, pues, según nos tienen
hartos los citados anti mineros, reitero, la minería equivale a destruir el medio y matar a las personas.
Tales imputaciones son ciertas referidas a la
MINERÍA INFORMAL. Sí, como la que ha proliferado indetenible en Piura luego que
los ¿aguerridos y valientes? tambograndinos echaron a los canadienses empeñados
en actuar legal y limpiamente y, como por arte de magia, ésta se desató en las
alturas de las cuencas contaminando las aguas de nuestros dos reservorios,
desatando crímenes por doquier y, en resumen, imponiendo la ley de la selva.
Ante situación tan amenazante para la agricultura,
cuya supuesta defensa fue la razón para expectorar a los canadienses, me viene
a la mente la siguiente reflexión:
¿Dónde se escondieron o
en qué hueco se soterraron los conocidos anti mineros que lideraron la expulsión
de los canadienses, cuyos nombres evito protegiéndome el hígado, quienes,
cobarde, traicionera y contradictoriamente, no aparecieron, como sí hicieron para evitar
la minería legal, para echar a los reales criminales y contaminadores operando
en las alturas?