ESTRUENDOS INSOPORTABLES

 

(Piura, 22 enero 2021)

 

Luis Gulman Checa

 

Si las personas comunes y corrientes circulando por la ciudad ya sufrimos el tormento ocasionado por los bestias/salvajes/descerebrados conduciendo vehículos  haciendo tronar las bocinas zurrándose en los derechos y tranquilidad de los viandantes; resulta intolerable, por venir de quien viene, que cada 60 minutos seamos atormentados por los estridentes campanazos emitidos por el reloj instalado en la Iglesia Catedral, los cuales, sin exagerar, podrían causar un ataque ¿cardiaco? a quien estuviera ambulando pensando en pajaritos preñados y, abrupta y criminalmente, fuera despertado  creyendo que la ciudad estaba siendo bombardeada.

 

Teniendo en consideración que desde la instalación de tales relojes hasta la fecha ha corrido gran cantidad de agua bajo los puentes, es decir, nuestras vidas, no estoy seguro si para bien o para mal, cambiaron radical y absolutamente; deviene en irracional que los templos católicos, sin duda  sin mala intención pero causando gran e inútil alteración, coadyuven a jodernos más aún la vida.

 

Es obvio que los citados campanazos tienen por objeto avisar, estruendosamente, que se ha cumplido una hora más, hecho que decenas de años atrás, cuando aún estaban vigentes las palomas mensajeras o las señales de humo para que las personas se comunicaran, era razonable.

 

Sin embargo, en la hora actual, cuando hasta los perros vagos andan con un teléfono celular colgando del cuello (exagerando un poquito), es redundante, ridículo e irrisorio que tales relojes  continúen atormentándonos.

 

Concluida la filípica dedicada a los relojes instalados en los templos, me viene a la mente otro ente, éste con la responsabilidad de cuidar y preservar el orden público y la defensa de los derechos ciudadanos: la Policía Nacional: Fatal e increíblemente,  imitando a los conductores señalados en el primer párrafo y haciéndose merecedora de los mismos calificativos, instala en sus vehículos, incluidas motocicletas, aparatos que emiten ruidos insoportables, los cuales, aunque jamás mis ojos han visto un rinoceronte, me atrevería a equipararlos con los emitidos por este animal cuando está vomitando.

 

¿Ha visitado usted, estimado lector (a), alguna ciudad europea ubicada en un país que sí integra el primer mundo? El suscrito no lo ha hecho. Sin embargo, no creo que por esos lares impere el caos y el ruido como, fatal y desgraciadamente, campa en estos lares.

 

¿Es tan difícil mostrar respeto y consideración por el prójimo?