¿GRAÑA Y MONTERO NO SABÍA?

(Piura, 16 enero del 2016)

Luis Gulman Checa

Leer la última edición de “Caretas” me dejó estupefacto por la suave y edulcorada posición de la revista frente a la constructora Graña y Montero sobre su relación con la brasilera Odebrecht -  la que, según tomé conocimiento en la misma revista, data de 1979, mucho antes del primer Alanato, como creía erradamente -, en comparación, por ejemplo, con la desplegada frente a la familia Sánchez Paredes, comparable a una jauría de hienas (“Caretas”) banqueteándose con una cebra muerta, precisando que la familia está viva y ojalá continúe así para beneficio tanto del país como de los miles de trabajadores peruanos a los que emplea.

Sin rubor y tal y como si los peruanos fuéramos débiles mentales, Mario Alvarado Pflucker, gerente general corporativo de Graña y Montero, declaró, y “Caretas” no tuvo empacho ni vergüenza en publicarlo:

“NUNCA TUVIMOS CONOCIMIENTO DE ALGÚN ACTO DE CORRUPCIÓN”.

Estimado lector, usted le creería a una señora que, luego de 40 años de matrimonio con su cónyuge, a una pregunta concreta respondiera:

“NO SÉ SI MI ESPOSO RONCA POR LAS NOCHES. NO ME HE PERCATADO”.

Si los peruanos vamos a tragarnos tremendo sapo, entonces, por un elemental sentido de consecuencia, en el acto debemos exigir no solo la liberación de Albero Fujimori sino se le brinden las merecidas disculpas y compensaciones correspondientes por cuanto tendríamos que aceptar su afirmación (al igual que la de Alvarado Pflucker) que no tenía la menor idea de lo que Vladimiro Montesinos hacía abusando de la confianza que le concedió.

No se trata de hacer leña del árbol caído sino de aprovechar la brillante oportunidad que ha puesto en nuestros manos el caso Lava Jato para exponer, pública y claramente, tanto las lacras que nos asolan como a los responsables de las mismas, incluidos, necesariamente, medios y hombres de prensa comprometidos, tal y como viene sucediendo en Brasil, donde nadie, por encumbrado que haya sido, se viene librando del azote de este moderno Atila, como merece calificarse la investigación en marcha.


¡Dios no permita la repetición del asqueroso y vergonzoso comportamiento de los organismos de justicia peruanos, por omisión, ante los escandalosos casos COMUNICORE y ECOTEVA!