(Piura, 25 enero del 2017)
Luis Gulman Checa
Una vez más, quien encarna y supo mantener
incólume el legado de indubitable honradez de Haya de la Torre, convirtiéndose
en el faro que iluminó el camino de la
extrema pulcritud en el ejercicio de la
función pública para todos los apristas, Alan
García Pérez; ha condenado a quienes abandonaron el limpio e inmaculado
sendero del partido al mancillar sus manos
con sucios dineros traicionando la confianza que él mismo, en última instancia,
les concedió.
Tal actitud, viniendo de tan santo, digno,
puro y respetable varón, me trae a la mente el pasaje de Jesús echando a los
mercaderes del templo. También su presencia, cual copia Xerox del honorable
Víctor Raúl, quien jamás atesoró riqueza alguna, me colma de emoción al
constatar que el partido, mientras él continúe como maestro y guía, seguirá
siendo la reserva moral del país y guardián absoluto y eterno del perfecto y
honesto funcionamiento del aparato público.
Entonces, me pregunto:
¿Qué sucede con
nosotros los peruanos que no fuimos capaces de aquilatar el enorme valor de
este hombre insigne, verdadero regalo de la providencia para el país, dándole la espalda en vez de volver a encumbrarlo
en el poder para que continuara
llevándonos - como por un tubo - al aspirado y soñado primer mundo?
El desprecio del pueblo peruano hacia tan pre
claro personaje, es más inexplicable aún habida cuenta sus extraordinarias
condiciones para hacerse entender, es decir, su oratoria es tan clara, limpia y
elocuente que, para hallar alguien que pudiera comparársele, probablemente
tendríamos que remontarnos milenios, lo que torna inexplicable que los peruanos
no nos hayamos rendido ante él tal como las féminas caían exánimes ante el
irresistible Casanova.
Este gran y digno varón ha aplicado el
calificativo justo y merecido a quienes abandonaron la senda pura y virtuosa que él, permanentemente, marco:
¡RATAS!
Solo queda rogarle al Señor que la hecatombe
a desatarse en el Perú ante las inusitadas y formidables revelaciones a partir
del proceso incoado en el Brasil, Lava Jato, elimine todas las RATAS, no solo del partido, aunque no
quede títere con cabeza, sino a todos los RATEROS
que medraron en los últimos 30 años.