CANDOR
PERIODÍSTICO
(Piura, 23 abril 2018)
Luis Gulman Checa
Me motiva el artículo publicado por Margarita
Rosa Vega en la última edición de
“Semana”, suplemento dominical de “El Tiempo”, clamando y despotricando por una evidente
falla estructural en una pequeña obra - muros de contención en una quebrada -
en nuestra serranía, que, estoy seguro, no ocasionará perjuicio alguno al fisco
al tratarse de una obra en ejecución, a Dios gracias, a cargo de una asociación
encabezada por la seria contratista Rodema.
¿Hubo irregularidades? Según lo consigna el
artículo, claro que sí:
·
Violando
la norma, el proyectista supervisó la obra.
·
El
contratista observó (en el cuaderno de obra) el error de diseño, pero el
proyectista/supervisor, la desdeñó.
Llama la atención que este nimio incidente -
en comparación con otros asaltos orquestados por “cacos” de antología contra el
erario - haya merecido tanta atención de tan importante medio de comunicación
que debiera constituir un severo e implacable “Catón” cuidando y preservando
que la honradez/ idoneidad de los funcionarios se imponga y reine en Piura. En
tal sentido, sería útil y conveniente que, así como se lanzó con dientes y uñas
contra esta obrita en Hualapampa, emitiera su opinión tanto sobre la
“Remodelación de la Refinería de Talara” como la proliferación de hectáreas sembradas
de arroz en tierras ubicadas en el desierto y regadas con costosa y escasa agua
regulada que el Estado, estúpidamente, regala.
¿Por qué el candor?
En la misma edición, páginas adelante,
aparece un artículo de Nicolás Cueva Palacios titulado: GUANO Y CORRUPCIÓN EN EL SIGLO XIX.
Estimado lector, si no lo hubiera leído le
aconsejo no hacerlo por cuanto no solo
es desmoralizante sino que, peor aún, nos lleva al convencimiento que nuestro
país no tiene remedio/futuro y colapsará, porque la maldita corrupción nos
acompaña desde siempre habiendo mantenido infectados a los gobernantes y clase
dominante que hicieron y deshicieron de los recursos del Estado a su antojo y
provecho.
Nos enseñan en el colegio:
El gran Mariscal Don Ramón Castilla decretó
la manumisión de todos los esclavos y siervos libertos.
Sostiene Nicolás Cueva Palacios:
Esta ley significó un sucio y repulsivo negociado.
Castilla cotizó a cada esclavo en 300 pesos. A fines de 1855 se había consumado
un descarado fraude. Los esclavistas no solo presentaron las cartas de libertad
de los esclavos fallecidos sino que también falsificaron cartas. Lo de Azángaro
no es de hoy, en esa época también funcionaba algo parecido.
Mejor obvio lo del guano porque todos
terminaríamos llorando sin consuelo.
¿QUIÉN PODRÁ DEFENDERNOS?