CONTRALORÍA: ¿SOPLANDO LA PLUMA?

(Piura, 29 abril 2018)

Luis Gulman Checa

Una vez más, para desgracia nacional, constatamos que el origen de los males que nos agobian está en la incompetencia y/o corrupción y/o incuria de la mayoría de funcionarios, únicos y auténticos responsables de que el Perú continúe precipitándose cuesta abajo. ¿Un simple y claro ejemplo?

La primera plana de “El Tiempo” apareció ayer con llamativo titular resaltando la proclama del muy ¿distinguido? contralor regional:

“Todos deben ayudar en la lucha contra el mal de la corrupción”

Para el contralor regional, Joan Ramírez, la labor de control no es exclusiva de la Contraloría, sino que todos los piuranos se deben comprometer.

El daño que genera la deshonestidad no solo es económico sino también social, porque afecta la calidad de servicios de los ciudadanos.

Hasta ayer, pensaba que el rey sin corona de la demagogia era Alan García Pérez. Sin embargo, don Joan lo ha dejado como, eufemísticamente, sucio y andrajoso calzón de chola.

¡Qué tal cuajo el de este perfecto ejemplo del pésimo burócrata: pretende continuar prendido de la ubre pública mientras la ciudadanía  hace la tarea que le compete!

Siendo fundamental llamar a las cosas por su nombre, afirmo que la citada información/entrevista resultó un puro y auténtico publirreportaje (pagados por los entrevistados), por cuanto es inadmisible que un periodista auténtico sea tan bobalicón/despistado/desinformado que no lo haya puesto contra las cuerdas echándole en cara la multiplicidad de ejemplos demostrativos que la Contraloría, antaño respetable, se ha convertido en un ente ciego y sordo incapaz de evitar que el erario sea rapiñado a diestra y siniestra.

Sin embargo, cambiando de tónica y aceptando la admonición de don Joan, y, en atención a que nuestros males no se limitan al saqueo del erario sino a múltiples inconductas (delitos/faltas) de menor calibre, le preguntaría si las siguientes acciones serían una  respuesta adecuada a su llamada de atención:

·         Romper, con un martillo, el parabrisas de un vehículo conducido por un deficiente mental que toca el claxon por las puras.

·         Darle un garrotazo en la cabeza a un motociclista quien, zurrándose en la gente, conduce con escape libre atronando el espacio.