(Piura, 16 febrero 2019)
Luis Gulman Checa
Tremenda sorpresa enterarme que movimientos
socialistas argentinos exigen al gobierno de Macri declarar en Emergencia Alimentaria al país,
exigiéndole, además, aumentar los
subsidios a los comedores comunitarios, supongo, similares a los comedores
populares, clubes de madres, desayunos escolares, vasos de leche y otros
programas afines existentes en nuestro país.
¿Qué diablos pasó o qué hecatombe destrozó a
un país considerado el más rico y boyante del mundo en lo referido a producción
de alimentos, vegetales y cárnicos, capaz de alimentar a media humanidad?
Precisando que tal situación me generó gran
desazón ante la tremenda irracionalidad que en un ámbito bendecido por la
naturaleza haya seres humanos hambrientos, obligada y necesariamente me llevó a
identificar las causas que originaron tan aberrante situación.
Tal investigación fue sencilla y requirió tan
solo un instante para determinar que el “Atila” de la Argentina, aunque hace
rato entregó su alma (¿quién se la llevaría?) tuvo nombre y apellido: Juan
Domingo Perón.
Para desgracia de otros países del sub
continente, los malos ejemplos cunden. Así, transcurridos unos años, sin duda el Maligno, prohijó otro “Atila” en
nuestro país, para desgracia de los piuranos, nuestro paisano, Juan Velasco
Alvarado, único responsable de que, en la hora actual, con el departamento de
Piura a la cabeza, el Perú no sea una súper potencia mundial agro exportadora.
El tiempo siguió su curso y una vez más,
supongo desde las cálidas y pestíferas profundidades del infierno, surgió otro “Atila” en la próspera y rica Venezuela,
país poseedor en sus entrañas de inconmensurables depósitos de petróleo, además
de muchas otras riquezas que la naturaleza puso a su disposición. Sin embargo,
el fallecido Hugo Chávez y su seguidor, Nicolás Maduro, infectados por el
mortal virus que también corrompió a los antes citados, el maldito y
empobrecedor POPULISMO, arruinaron
el país sembrando hambre y muerte en la población originando la actual
diáspora.
Los tres abominables destructores fueron
militares. Sin embargo, salvando el honor de los “uniformados”, en otro país,
el vecino Chile, fue un general del ejército, Augusto Pinochet, quien, certera
e instantáneamente, salvó a su patria extirpando el virus que empezaba a
infectarla representado por la presidencia de Salvador Allende, postrado, al
igual que Chávez y Maduro, a los pies del destructor de Cuba, Fidel Castro.
Desapasionadamente, pongamos en la balanza,
uno a uno, a estos cuatro países y, con el resultado a la vista, concluiríamos que en el Santoral político chileno, en
destacado lugar, debe estar San Augusto Pinochet.
Pero, nosotros somos peruanos y el Perú se
haya al
borde del abismo por el descrédito que ha hecho presa de todas las
instancias representativas y de gobierno, además que tras medio siglo de la
estocada que Juan Velasco le clavó en el corazón, como no tuvimos la suerte que
sonrió a los chilenos, sigue desangrándose y andando de tumbo en tumbo,
demostración palpable de lo cual es no solo la existencia de los Aranas,
Santos, Aduviris y otros de similar calaña, sino, empeorando nuestra caótica
situación, algunos medios hasta les dan tribuna.
Señor Dios:
¿Podrías enviarnos a
nuestro propio y criollo “Pinochet”?