ESPELUZNANTE
CONCLUSIÓN
(Piura, 30 octubre 2017)
Luis Gulman Checa
Luego de leer en la última edición del semanario
“Hildebrandt en sus trece” los reportajes/informaciones/textos
que señalaré a continuación, concluí que el Perú no tiene remedio por cuanto,
los peruanos, no somos chicha ni limonada.
·
Condorito
conquistador (página 02)
·
La
caravana de la muerte (páginas 16 a 18)
·
Minería
prensada (página 33)
Haciendo gala, como siempre, de sus certeras
e incontables fuentes de información, en el primer reportaje el semanario
ratificó lo que hace tiempo es de conocimiento público:
Los chilenos, día a
día, vienen haciéndose más dueños del Perú sin barcos, cañones ni soldados sino,
limpia y legalmente, logrando que ¿peruanos? les transfieran sus propiedades,
de toda clase y género, a cambio de billetes verdes.
No olvidemos que nuestros “hermanos” del sur
fueron los primeros sudamericanos en ser admitidos en la soñada y anhelada OCDE
desde el año 2010, lo que demuestra que, en bienestar, desarrollo y poder y
capacidad económica, nos llevan años
luz.
En su columna “Textos Imprescindibles” reproduce
una parte del libro “Yo, Augusto”, del argentino Ernesto Ekaizer, sobre las
ejecuciones sumarias al amparo del estado de excepción dictado por Augusto
Pinochet luego de sacar del poder a Salvador Allende quien, recordemos, a
diferencia de todos nuestros presidentes que fueron “golpeados”, murió en La
Moneda.
Bajo cierto cristal, Augusto Pinochet resulta
merecedor de los peores adjetivos calificativos disponibles en el diccionario
de la RAE, empezando por el de asesino. Así, su conducta se ubica en las
antípodas de la de nuestros civilizados y magnánimos gobernantes porque el Perú
dio un ejemplo de civilidad cuando capturó a los malditos, criminales y asesinos dirigentes
de Sendero Luminoso sanos y salvos y sin disparar ni un tiro (*)
¡MUERTO EL PERRO
MUERTA LA RABIA!
Tal aserto describe exacta y precisamente lo
que sucedió en Chile cuando desapareció tanto Salvador Allende, quien se había
echado a los pies de Fidel Castro y estaba llevando su país al abismo, como, debemos suponer, sus más acérrimos
seguidores. ¿Por qué? Por cuanto, mientras en Chile no queda ni un gato que
aspire a imitar a la desgraciada y sojuzgada Cuba; en nuestro país, donde el perro no murió, Sendero
Luminoso continúa muy presente en la agenda política.
Entonces, si miráramos a través de otro
cristal:
¿Augusto Pinochet fue
un asesino o un redentor que salvó a Chile y millones de chilenos de la tragedia
de sufrir los vejámenes y angustias que,
por ejemplo, viene sufriendo el pueblo venezolano desde años atrás porque sus
gobernantes se sometieron a los Castro?
Final y contradictoriamente, el semanario, en
la tercera información, mantiene su irracional y antipatriótica línea contraria
a la minería, siendo evidente que nuestros recursos tienen que ser muy superiores
a los que posee Chile que basa su riqueza y expansión en la explotación de
los mismos.
Por más que me rompo el coco, no me
es posible hallar la explicación a su tozuda e irracional oposición a la
minería legal y moderna.
(*) Recuerdo cuando
Augusto Pinochet sufrió un atentado retornando a Santiago desde un paraje de la
sierra y las informaciones posteriores se limitaron a precisar dónde y con
cuántos disparos fue¿ abatido cada uno de los conjurados.