TREMENDO  DISPARATE

(Piura, 24 octubre 2017)

Luis Gulman Checa

Un antropólogo físico, cuyo nombre es irrelevante, basado en “evidencias” de 300 mil años atrás recogidas en África, ha concluido que las razas no existen, al tener el hombre un origen genético común.

Digresión:

Este descreído jamás llegará a disfrutar de los dones del paraíso al negar que todos descendemos de Adán y Eva.

En primer lugar no logro entender la razón por la que se ha armado tremenda batahola respecto a la identidad racial, tema que alcanzó ribetes de escándalo a raíz de la “bendita” pregunta incluida en el reciente censo. ¿Acaso no está más claro que el agua que, a  nivel global, los seres humanos muestran claras diferencias respecto a sus características físicas?

¿Será necesario ser un genio para concluir que, por ejemplo, Javier Pérez de Cuellar y Kofi Annan, ambos exsecretarios  generales de las Naciones Unidas, pertenecen a razas distintas?

Supongamos, estimado lector, que usted fuera copia y calco del ideal racial de Adolfo Hitler: blanco leche, rubio, ojos celestes, alto y fuerte. Le pregunto, en su fuero íntimo y basado en su aspecto - ideal  según la moda predominante para ganarse la vida modelando como, por ejemplo,  Christian Meier para Saga Falabella -, ¿se sentiría superior a Edson Arantes do Nascimento o a Michael Jordan  por el solo hecho que ellos son negros?

Siendo evidente que a muchos peruanos nos cae como anillo al dedo la frase el que no tiene de indio tiene de mandinga, sintetizando que somos producto de un fluido cruce de razas, aunque también hay compatriotas libres de cruzamientos raciales; ¿para qué complicarnos la vida con este tema cuando existen peruanos de todo aspecto y color tanto en el bando de los buenos como de los pérfidos?

Les recuerdo, a quienes pudieran considerar que la raza blanca es lo máximo, que cuando los ingleses aparecieron por la China fueron calificados como bárbaros por los cultos, limpios y desarrollados habitantes de tan extenso país.

¡Cuánto habrán sufrido las fosas nasales de los limpios e inmaculados chinos al ser inundadas por el hedor que emanaba de los cuerpos blancos y rubios de los bárbaros que no solo despreciaban el agua y el jabón sino que, como los animalitos del campo, luego de hacer sus necesidades se limitaban a subirse el pantalón y seguían tan campantes!

Mis respetos para chinos, japoneses y coreanos.