DEJAR DESCANSAR A LOS MUERTOS

(Piura, 03 febrero 2020)

Luis Gulman Checa

Así como cuando nos llega la hora de abandonar este valle de lágrimas nuestros cuerpos son sepultados o, modernamente, incinerados; así también debemos sepultar, en el sentido de desaparecerlos del ámbito público, los virtuales cadáveres de todos aquellos que durante poco o mucho tiempo contaminaron la política nacional, hasta que, no por decisión divina pero sí del pueblo cuya voz equivale a la de Dios, devinieron en cadáveres políticos.

Nuestros periodistas y opinantes deben actualizarse siguiendo el ejemplo que nos enseña el Fútbol, el rey de los deportes, donde impera el práctico principio que señala:

A rey muerto, rey puesto.

¿Ejemplo de lo afirmado? Tomemos lo sucedido en el país mais grande do mundo, Brasil. A pesar que Edson Arantes, Pele, está vivo y ojalá continúe así muchos años más, quien acapara la noticia es Neymar por la simple razón que el otro, con mil merecimientos, ya fue.

Si nos circunscribimos a nuestro país, sucede igual. ¿Acaso no es el “León” Zambrano quien brilla al haberse incorporado al Boca Juniors, donde décadas atrás se lució Julio Meléndez  o es acaso el Gran Capitán, Héctor Chumpitaz, quien sigue copando portadas?

Tengo a la vista la edición de “Correo” de la fecha, sección de chismes, donde aparece una declaración de Héctor Becerril. Con franqueza le digo al responsable de tal atrocidad: ¡No Jodas! Deja de contaminar tanto tu diario como la política nacional tratando a tantos cadáveres putrefactos como si fueran personas normales y corrientes en el uso de sus facultades.

Por supuesto que el mencionado (ojalá su nombre desaparezca, a partir de la fecha, de las páginas y programas políticos) ni es el único ni el peor de la interminable relación de cadáveres que, roguemos a Dios así suceda, sean soterrados en el olvido, lo que deviene en fundamental para empezar a salir del hoyo en el que nos dejaron.

La esperanza nunca debe perderse, razón por la que no podemos descalificar al Congreso recién elegido por la gran cantidad de desconocidos que lo conforman, pues, confiemos que entre ellos haya suficiente cantidad de personas honestas e idóneas que cooperen con el capitán del barco para enrumbarlo.

Finalmente, si así no fuera, gracias a la Providencia, en pocos meses tendremos la oportunidad de enmendar nuestro error eligiendo un nuevo Congreso, en el que, legalmente, no estará ninguno de los cadáveres referidos.