LAS BAMBAS: ¿HASTA CUÁNDO?
(Piura, 10 febrero 2020)
Luis Gulman Checa
Lo que viene sucediendo en Las Bambas, donde
periódicamente los pobladores - zurrándose en el orden establecido y
reconfirmando que el Perú aún se encuentra a años luz de ser un país auténtico
- se amotinan cortando vías de comunicación afectando la normal explotación del yacimiento;
es prueba indiscutible que la falta de autoridad está alcanzado el nivel de la
corrupción como los grandes factores atentatorios contra nuestro desarrollo.
Desconozco si en el proceso previo a la puesta
en marcha de esta explotación, la corrupción enquistada las alturas del poder se
bajó los pantalones autorizando al concesionario a hacer y deshacer
atropellando los intereses y bienestar de las poblaciones aledañas, hecho que,
visto de lejos y a juzgar por las reiteradas asonadas, podría ser el origen de
las mismas.
Si tal fuera el caso y siendo razonable
comparar la situación comentada con la de un ser humano sufriendo una
afectación indeterminada a su salud que, periódicamente, obliga a internarlo
por lo que sería sometido a diversos exámenes y análisis para dar con el mal;
así también el proceso de la concesión de Las Bambas debiera espulgarse y/o,
figurativamente, pasarse por rayos X para determinar si fue correcto o tuvo gato
encerrado y/ o manos rotas.
Si el resultado confirmara la última opción, en
el término de la distancia tendrían que corregirse los
dislates/atropellos/abusos inmersos en la concesión actual para que, en el
futuro y hasta el final de la misma, las operaciones fluyan con normalidad en
beneficio y provecho de todos, empezando, como es natural, por los protestantes
reiterativos.
No obstante, si el examen/análisis arrojara
como resultado que el proceso de concesión fue impecable, el Estado,
representado y defendido por el gobierno de turno, tendría la obligación de
imponer el cumplimiento de la ley y el orden usando todas las armas a su
alcance borrando, aún antes de exhalar su primer suspiro, cualquier asonada
como las que, para vergüenza del país, vienen repitiéndose periódicamente.
Recordemos que, tanto por mandato de nuestra
Constitución Política como por dogma de nuestra mayoritaria fe católica, todas
las personas tenemos iguales derechos y obligaciones, ergo, pintar o decorar a
los protestantes como seres disminuidos por andar con polleras o la entonación
de su voz, es una patraña y/o sinvergüencería asumida por tantos pícaros y
sinvergüenzas auto calificados defensores de las minorías explotadas, cuando,
realmente, son sus reales explotadores
.