LA VIDA HUBIERA SIDO BELLA

(Piura, 13 febrero 2020)

Luis Gulman Checa

Si nuestros padres, Adán y Eva, hubieran seguido los dictados del Creador, sus descendientes seguiríamos disfrutando de las mieles y dones - sin las preocupaciones y angustias mundanas que nos asolan - que el soñado Edén seguiría brindándonos. Sin embargo, como los pecados/errores indefectiblemente deben pagarse,  por culpa del maldito Satanás, disfrazado de serpiente, en vez de bella nuestra vida devino en un valle de lágrimas.

Consecuencia de ello fue que el hombre tuviera que valerse por sí mismo para vivir y multiplicarse viéndose obligado, poco a poco pero sin pausa, a interferir y/o atentar contra el perfecto orden natural que, originalmente, imperaba en la tierra. Así, entonces,  ahora pende sobre nuestras cabezas, cual espada de Damocles, la amenaza de nuestra extinción debido al imparable calentamiento ocasionado por las brutales interferencias humanas buscando acercar nuestro hábitat lo más posible al perdido Edén.

En la hora actual y ante el citado peligro - aunque siendo inútil porque ya pasó la misa de una de la tarde y/o la suerte ya fue echada - podríamos analizar si el fulgurante progreso fue conveniente o mejor hubiera sido permanecer  viviendo como en la época de la carreta. Si así hubiera sido la población sería una pequeña parte de lo que es ahora y, tomando el caso de nuestra tierra, en vez de extensos terrenos desérticos,  seguirían siendo bellos y frondosos algarrobales sustentando millones de cabezas de ganado caprino.

¿Alguien, en su sano juicio, puede pretender/proponer echar al desagüe el estatus vigente, como sería desaparecer la explotación de los minerales, sin los cuales el maravilloso tinglado montado se desplomaría en el acto?

Sin embargo, aunque parezca mentira, hay personas supuestamente pensantes despotricando contra actividad tan vital, mientras, paralela, contradictoria y tramposamente, siguen disfrutando de las inconmensurables comodidades que gracias a la minería tenemos a nuestra disposición:

·         Se movilizan en vehículo propio o de transporte público.
·         Usan teléfonos celulares y computadoras.
·         Disfrutan de energía eléctrica en sus hogares atiborrados de artefactos.
·         Cuando tienen apuro o desean disfrutar de gratas vacaciones en idílicos y alejados destinos, no tienen empecho en abordar un avión.
·         Continúe usted, estimado lector.

Pregunta final:

¿Cuán podrido estará un cerebro que despotrique de la minería legal y formal?