EL CLUB DE LA CONSTRUCCIÓN

(Piura, 21 febrero 2020)

Luis Gulman Checa

Me refiero al acuerdo al que habrían llegado varias empresas contratistas para adjudicarse  obras públicas, mayormente carreteras a cargo del ministerio de Transportes y Comunicaciones, penetrando y corrompiendo los respectivos Comités de Licitación.

Lo primero que debe saltar a la vista es que si las empresas deciden qué obra será para cada cual, habida cuenta las características de los procesos licitarios, no solo no sería necesario corromper a nadie sino que, si fueran herméticas, tales acuerdos jamás saldrían a la luz. ¿Por qué? Por cuanto las respectivas ofertas, necesariamente, obligarían al Comité a otorgar la buena pro a la empresa seleccionada por los postores.

Entonces, preguntémonos si la creación del supuesto club sería un hecho punible y delictuoso o se encuadraría dentro del libre mercado, por cuanto las empresas, aparentemente, no habrían infringido ninguna ley, perjudicado al Estado ni roto la mano a funcionario alguno, sino, simplemente, habrían decidido entregar la obra a la  idónea para ejecutarla.

Si lo expresado líneas arriba fuera m/m coherente y acorde con la normatividad, tendríamos que preguntarnos porqué, según cotidianas informaciones, altas autoridades, absolutamente desconectadas de los procedimientos para adjudicar  obras públicas, habrían recibido millones de dólares, en calidad de coimas,  proporcionados por las empresas integrantes del club.

Si así hubiera sido, tendríamos que concluir que no se trataría de un club sino de una organización delictiva que sí corrompió hasta el tuétano el sector Transportes, pero no incidiendo en los Comités de Licitación sino desde mucho antes: Influyendo en la elaboración de los Expedientes Técnicos elevando hasta la estratósfera el costo de la obra, ahí sí rapiñando y sangrando al Estado.

Si seguimos hurgando en la trama comprobaríamos que el aparato estatal establece rangos o instancias de responsabilidades y competencias, de modo que por alto que sea el estatus de un funcionario no tiene ninguna posibilidad de influir en las decisiones/acciones de otro ubicado muy por debajo del escalafón. Así, por ejemplo, un ministro de Estado no tiene posibilidades ni competencias para obligar  al responsable regional de su sector, por ejemplo, a dar trabajo a fulano o mengano,  por cuanto ello dependerá del jefe sectorial.

Siendo ello tal y como ha sido descrito y si fuera cierta la entrega de millones de dólares en coimas a personajes sin competencias para decidir/ordenar los supuestos latrocinios, lamentablemente, tendríamos que concluir que el aparato público está podrido de pies a cabeza no quedando otra opción que seguir lo recomendado por el suscrito días atrás.
¡Ceder en concesión el gobierno!