EL PERÚ: DE ESPALDAS A LA REALIDAD

 

(Piura, 21 septiembre 2020)

 

Luis Gulman Checa

 

Reflexionaba sobre la campaña electoral ya iniciada viniéndome a la mente una comparación: insistir en lo mismo es comparable a un sujeto que perdió la razón tratando de derribar un muro de concreto armado de un metro de espesor, a punta de propinarle cabezazos.

 

Obviamente, tal sujeto, no más allá del tercer intento, caerá con el cráneo destrozado para no levantarse jamás. No hay que ser émulo de Nostradamus para pronosticar que, si fatal y lamentablemente, las elecciones se concretaran; el Congreso actual - que evitaré calificar preservando mi hígado - sería percibido y añorado como un conciliábulo de honestos sabios y eruditos y, obviamente, se incrementaría la velocidad con la que vamos rumbo al colapso total.

 

Concretando mi planteamiento: los peruanos hemos demostrado hasta la saciedad y sin dejar duda alguna, que la democracia, en este caso representada por el voto obligatorio de todas las personas mayores de 18 años, letradas o iletradas; es un manjar intragable, figurativamente,  debido a nuestros  burdos, incultos y rústicos paladares.

 

¿Qué opinaría, estimado lector, si se enterara que en una localidad de nuestra serranía, a raíz de celebrar el bautismo de un retoño anhelado por largos años, los progenitores pensaran ofrecer caviar, faisán a la cazuela aromatizado con brandy, como postre tiramisú y, naturalmente, champagne Moët & Chandon?

 

Sin duda lo tomaría como una broma o pensaría que los oferentes fueron afectados por un mal desconocido. Sin embargo, bien mirado, ello sería memos irracional que insistir, terca e irracionalmente, en elecciones a la luz del desastre/caos desatado en el país a raíz de la interminable serie de impresentables que hemos venido aupando en todas las instancias de gobierno desde décadas atrás.

 

¿Acaso no somos capaces de entender que ese camino lleva al abismo?

 

Considero que, a la luz de  los resultados electorales de las últimas décadas y, de mantenerse las reglas tal cual; el más elemental de los sentidos indica que, de continuar transitando ese camino, en corto plazo miraremos a la desventurada Venezuela como un soñado paraíso.

 

Entonces, de ser cierto que esa no es la ruta, la lógica pregunta sería cuál es la vía alternativa para llegar al sitial que, gracias a los dones que nos regaló la providencia, deberíamos ocupar.

 

La respuesta, habida cuenta que el suscrito carece de título o merecimiento alguno, debería ser tarea de los distinguidos  los ESPECIALISTAS.