GRACIAS, SEÑOR ALCALDE
(Piura, 11 septiembre 2020)
Luis Gulman Checa
No hay la menor duda que usted es una persona
que sabe honrar sus compromisos, pues, fue elegido, imagino, gracias a vuestro slogan:
PIURA BONITA, y supo, como hombre de pelo en pecho, cumplir su promesa.
Efectivamente, muy temprano esta mañana estuve
caminando por algunas calles y avenidas del centro de nuestra varias veces
centenaria ciudad y tuve la sensación que, en
realidad, me encontraba embelesado contemplando los parajes del
mismísimo Paraíso Terrenal por cuanto a mis oídos solo llegaban los bellos trinos emitidos por las
variadas y coloridas aves reposando en las ramas de los frondosos árboles que
poblaban el espacio.
Por ello, me dije: Gracias Dios mío por
habernos enviado este moderno Mesías para
rescatar del abandono y la destrucción nuestra querida ciudad en la que
descansan nuestros ancestros, quienes, jamás lo olvidemos, sí la quisieron y
lucharon por hacerla crecer y prosperar respetando y haciendo respetar al
prójimo, como, felizmente, usted lo ha restablecido: ¿Era cierto o soñaba
cuando no oía tronar bocinas, circular vehículos con escape libre atronando el
espacio, personas vociferantes cual salvajes de la Edad de Piedra y otros
energúmenos?
Así, aprovechando el liso y mullido suelo, pude
avanzar extasiado gozando del panorama sin tener que dirigir la mirada al
suelo, como era antes de vuestra llegada, para evitar despatarrarme con
consecuencias inimaginables para el estado de mis maltrechos, por haber tenido
tanto uso, huesos.
¿Acaso alguien imaginaría el Paraíso
contaminado por basura y pestilentes deshechos desperdigados a diestra y
siniestra? Jamás, pues tal lugar tiene que ser indescriptiblemente bello,
límpido, cautivante y silencioso. En tal sentido, usted, señor alcalde, también
honró su compromiso, pues, habiendo recorrido un largo trecho mi vista no fue
mancillada con basura ni porquería alguna como era común antes de vuestra
bienaventurada llegada.
Ante tales comprobaciones, un pensamiento, cual
rayo fulgurante, anidó en mi espíritu:
¿Cómo hemos podido ser tan
ciegos de no vislumbrar que este hombre es un enviado de Dios para, imitando al
primer Mesías, nos guíe hacia una vida
feliz y venturosa?
Fatal y abruptamente, desperté comprobando que
todo había sido un sueño.