LA TRAGEDIA DE UTOPÍA Y LA IRRACIONALIDAD

 

(Piura, 20 septiembre 2020)

 

Luis Gulman Checa

 

Me motiva la reciente lectura, en la última edición del semanario H.13, de una crónica referida al trágico accidente ocurrido en la discoteca del epígrafe más de 18 años atrás causando la perdida de la vida de 29 seres humanos en la flor de la edad, configurándose así una tragedia más en la larga lista de las que constantemente suceden, a lo largo y ancho de la tierra (Beirut, pocos días atrás), dejando la sensación que fuera Satanás quien hace y deshace.

 

Se refiere, en concreto, al reciente arribo al país, para cumplir la condena que se le impuso, de uno de los imputados, extendiéndose respecto al otro cuyo arribo reclaman y exigen algunos progenitores de los fallecidos para, m/m según dicen, lograr que sus hijos, finalmente, descansen en paz.

 

Lo primero que me vino a la mente fue el siguiente pensamiento: ¿Acaso, alguien en su sano juicio, puede siquiera imaginar que tanto el recientemente recluido como quien habita en lejanos parajes, a propósito y aviesamente, organizaron el tinglado para que el local se incendiase y muriesen decenas de jóvenes?

 

Entonces, si, siendo conscientes y racionales descartamos, absolutamente, cualquier protervo afán de segar vidas, concluyendo que lo ocurrido fue un mero accidente (suceso imprevisto que altera la marcha normal  o prevista causando daño a personas o cosas), ¿qué justificación habría para atacarlos con uñas y dientes, si, bien mirado, fueron grandemente afectados?

 

Es curioso cómo, siendo la muerte el único obstáculo que ningún ser humano podrá sortear eternamente, cuando ella llega por accidentes de diversa índole, los medios hacen gran estrépito como si se hubiera producido un hecho inexplicable y de extraordinaria trascendencia.

 

Tomemos el caso de un motociclista quien se despista o impacta sobre un vehículo mayor y muere en el acto como obvia consecuencia de un descuido, imprudencia o desatención (como conducir hablando por teléfono celular). Siendo un hecho trágico y doloroso para sus deudos, ¿sería importante o de interés para la colectividad de modo que cope primeras planas?   

 

Desconozco si quienes continúan clamando, figurativamente, por la crucifixión de los imputados por el accidente en la citada discoteca,  profesan alguna religión o son ateos, por cuanto, si profesaran la fe de Jesucristo, me atrevería a afirmar que el odio o resentimiento que los sigue envolviendo deviene en pecado mortal.

 

Dios y no las cárceles, debe calmarles el alma dándoles resignación.