MADRE MÍA: TAMAÑA HIPOCRESÍA
(Piura, 16 junio 2017)
Luis Gulman Checa
¿Cuántos miles de decenas
de occisos originó la insania terrorista desatada por Sendero Luminoso y el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, sumando tanto los inocentes como los
terroristas abatidos por las fuerzas del orden?
¿Cuántos occisos
murieron asesinados, últimamente, a consecuencia de la usurpación de terrenos
promovida por urbanizadores insaciables?
¿Cuántos occisos han
generado, solo en el último lustro, las luchas intestinas entre “sindicatos”
de construcción civil disputándose, cual perros hambrientos, los dineros extorsivos que, delincuencialmente,
imponen a las empresas contratistas?
¿Cuántos cientos
sumaron los condenados en cárceles peruanas que fueron abatidos por haberse
amotinado?
¿Cuántas Comisiones
Investigadoras se han instalado en el Congreso Nacional para investigar
a los responsables de esta larga serie de crímenes?
Sin embargo, cuando
la actividad terrorista estaba en todo su esplendor y la vida de los peruanos no tenía valor
alguno (no olvidemos que en el propio campus de la Universidad Nacional de
Piura fueron ultimados Ricardo Ramos Plata y Luis Paredes Maceda, crímenes aún impunes),
en un remoto lugar de la selva, en el que prestaba servicio un ignoto y joven oficial
del Ejército Peruano, según rumores
tardíos, podría ser que se hubieran perpetrado crímenes y, oh maravillosa eficiencia y
preocupación por los difuntos, transcurridas décadas, el Congreso, cual
censor implacable, se dedica en cuerpo y alma a esclarecer cómo y porqué
murieron dos o tres personas.
Es pertinente
recordar la parábola de Jesús:
Él dijo: ¡Quien
esté libre de pecado que tire la primera piedra!, ante lo cual, todos,
empezando por los más viejos, se
retiraron quedando solos Jesús y la mujer que estaba en medio.
Como peruano memorioso
y de bien, me invade la desilusión ante
el vergonzoso espectáculo que estamos viendo en el Congreso, donde
representantes de “partidos” que tienen inconmensurable cantidad de asesinados
sobre sus espaldas, ahora, haciendo gala de soberana hipocresía, pretenden erigirse
como impolutos defensores de la vida.
¡ASQUEROSO!