PERÚ: ¿PAÍS IDÍLICO?
(Piura, 25 setiembre 2018)
Luis Gulman Checa
El gigantesco oasis de paz, tranquilidad,
orden, respeto, confianza y honradez que es nuestro grandioso e inigualable país,
envidiado por cuanto visitante tiene la dicha de conocerlo al sentir haber
llegado al paraíso terrenal, con el formidable plus adicional que no solo podrá
degustar insípidas y truculentas manzanas sino manjares desconocidos en otros
confines de la tierra; recientemente, sufrió una catástrofe mil veces peor que
la que azotó el Japón cuando recibió en su territorio dos bombas nucleares:
Un desquiciado,
engendro de satanás, quizá quintacolumnista enviado por nuestros envidiosos
vecinos del sur ante nuestra riqueza y bienestar o, quien sabe, último recurso
usado por el súper criminal y anti peruano, Abimael Guzmán, para desestabilizar
nuestro orden perfecto derramándose desde las alturas del gobierno por las
paredes de toda la imaginaria pirámide social cual maná caído del cielo
llenando de dicha nuestros corazones; para nuestro horror y desventura, amenazó
con un revólver a un digno ciudadano por increparle, suave y educadamente, que
estaba violando una norma.
Semejante inusitada e incalificable conducta
en un país con las características del nuestro, como tenía que ser, no solo inundó
todos los medios noticiosos: diarios, radios y televisivos, dando cuenta detalladamente
de acto tan atroz, sino que, como tenía que ser dada la extrema presteza característica,
envidiada a nivel mundial, de nuestros Sistemas de Justicia: Ministerio Público
y Poder Judicial, activó, en el acto, su decidida acción contra tan
incalificable y potencial criminal por haber osado poner en riesgo nuestro
estado de gracia.
Sin embargo, dentro de tal calamidad, debemos
agradecer que el arma blandida por este, sin duda, poseído por el demonio, no
fue disparada por lo que no hubo muertos ni heridos. Así, dentro de la colosal barahúnda
armada por tremendo desquiciado, nuestro país, a diferencia de otros en los que
la gente muere asesinada tal y como si se tratara de bestias salvajes, como,
por ejemplo, sucede en México; nosotros mantuvimos impoluto el envidiable
récord que mostramos al mundo:
Hace tantos años que
no tenemos occisos originados por criminales y delincuentes, que ni siquiera
recordamos cuándo fue el último caso.
¡DIOS ES PERUANO!