NADIE SABE PARA QUIÉN TRABAJA
(Piura, 17 setiembre 2018)
Luis Gulman Checa
No hay duda que a Keiko y su recua les cae
como anillo al dedo el refrán del epígrafe, pues, echaron a PPK convencidos que
pondrían en su lugar a un manso corderito que se avendría a seguir sus
dictados, pero el tiró les salió por la culata y el, según ellos, manejable e
intrascendente Martín Vizcarra, aparentemente “conversado” y “amansado”
previamente por su actual primer ministro; sacó uñas y dientes para hacer valer
su condición de mandatario.
Sería un episodio entretenido si la citada
disputa estuviera entablada, digamos, entre dos hermanos en guerra por hacerse
de la fortuna que amasó su padre, pero, fatalmente, tal no es el caso al estar
en juego el destino del Perú y los varios millones de peruanos, razón por la que ambos
contendientes, al haber puesto por delante sus egos y apetitos, casi cabría
decir que están traicionando a la patria.
Nadie podría negar la urgencia por adoptar
medidas radicales para desterrar la corrupción que ha hecho presa tanto del
sistema político como del judicial, más aún ahora que salieron a la luz tanto el caso Lava Jato como los flamantes
audios reveladores de incalificables enjuagues.. Sin embargo, rememorando
la frase de Napoleón; “Vísteme despacio
que estoy apurado”, cualquiera comprende que tan trascendental e ímproba
tarea no puede realizarse en un día ni, tampoco, a las patadas.
También está más claro que el agua, para
quien tenga dos dedos de frente, que el anuncio del mandatario incurso en el
mensaje a la nación del pasado 28 de julio, de proponer la prohibición a la
inmediata reelección de congresistas, tan igual como sucede en los casos del
presidente de la República, gobernadores y alcaldes; equivalió a tirarse de
cabeza a la nefasta piscina del populismo, definido con la siguiente sentencia:
Pan para hoy, hambre
para mañana.
Sería una lástima que un país que poco tiempo
atrás fue casi destruido por el populismo
desatado bajo el mando de Alan García, demostrando carecer de memoria
colectiva, volviera a dejarse embelesar por tremendo canto de sirena tragándose
el sapo que, con semejante medida, desaparecerían todos los males que nos
aquejan. Además y para peor, considerando que los congresistas acceden a tal
condición por decisión del soberano cuya voz es considerada la voz de Dios, el pueblo
del Perú, ¿quién podría arrogarse el derecho de ponerle cortapisas a sus
designios así decidan poblar tal recinto con tantos impresentables como los que
ahora abundan?
Mi voto:
¡Que se vayan todos!