PERÚ CAMPEÓN MUNDIAL
(Piura, 27 setiembre 2018)
Luis Gulman Checa
Cuando creíamos que habíamos fracasado en el
mundial de fútbol de Rusia al quedar
eliminados en la primera ronda, sorpresiva e inesperadamente, nos enteramos que
habíamos obtenido el título. Claro, no se trataba del máximo galardón en
disputa, el campeonato mundial de fútbol, que recayó en la selección francesa, pero sí
el trofeo de oro a la hinchada más furiosamente apasionada apoyando a su equipo.
La FIFA concedió la
medalla de oro a los barristas peruanos.
¡Honor y gloria a la
patria gracias a las decenas de miles de compatriotas que viajaron a Rusia para
alentar nuestro seleccionado!
Ante semejante demostración de amor a la
patria, ¿qué importancia tiene el lugar en que terminamos el torneo que solo
sirvió para determinar en qué país se practicaba, a la sazón, el mejor fútbol?
Este hecho ratifica la preeminencia del
fútbol en nuestro diario devenir, lo que se ratifica casi cotidianamente por la
serie de informaciones en primeras planas dando cuenta de las gestas
protagonizadas por nuestros formidables futbolistas desperdigados a lo largo y
ancho de la tierra, como, por ejemplo:
El “Rayo”, el Jesse
Owens del fútbol, el súmmum de la inteligencia en un campo de fútbol, Luis
Advíncula, anotó su primer gol en la liga de España.
En la misma línea, sería supina injusticia no
recordar el vía crucis que viene atravesando el “Depredador”, terror de los arqueros,
el hombre que nos llevó de la mano a Rusia, Paolo Guerrero, quien, abusiva e
injustamente, sin duda víctima de una celada armada, según denunció su madre,
por el incalificable Claudio Pizarro quien, para colmo, habría dejado por las patas de
los caballos el fútbol peruano en tierras germánicas; está peleando con
uñas y dientes para demostrar que jamás consumió cocaína ni droga alguna,
habiendo sido el resultado adverso en el malhadado examen ocasionado por la
ingesta de una tizana intrascendente. No dudo que así ha sido.
Sin embargo, no deja de llamar la atención la
fiebre
futbolística que tiene embargada a la población del país cuando,
paralelamente, el campeonato profesional del fútbol peruano es una birria, un
desastre en el más amplio sentido del término, demostración de lo cual está tanto
en las desiertas tribunas de los estadios en los que se disputa el torneo como
en los horrendos resultados logrados por los equipos que nos representan en los
torneos continentales.
Sin embargo, a pesar de ello, el fútbol parecería
ser el factor que hermana a los peruanos, que nos unifica, nos une dejando de
lado aspectos intrascendentes como son tendencias políticas: derechas,
izquierdas, caviares, etc. Entonces, si tal hecho es innegable, al extremo que Ricardo
Gareca sería un actualizado y flamante José de San Martín, ¿acaso no deberíamos
pensar en dar de baja, en el término de la distancia, a todos las personas que
están en el escenario público y, por tanto, evidentes responsables de la atroz situación
que estamos atravesando como lo demuestra la forma en que quienes deberían liderarnos andan cual perros y gatos
atacándose a rasguños dentelladas?
Entonces, que le parecería, estimado lector:
¡JUAN CARLOS OBLITAS PRESIDENTE DEL PERÚ!