EL COSTO DE LA IMPUNIDAD
(Piura, 19
setiembre 2018)
Luis Gulman Checa
Las informaciones que cotidianamente y desde
tiempo atrás viene propalando el diario “Correo”, referidas a la infección del
Ministerio Público por la corrupción, debe hacernos abrir los ojos respecto a
la razón por la que tantos obvios latrocinios perpetrados contra el sector
público en nuestra tierra no solo siguen
pasando
piola sino que, los responsables, de carne y hueso, continúan campantes y contentos (imitando
a Alejandro Toledo quien, siendo obvio ratero y traidor, postuló a la
presidencia de la República) tal y como si fueran ciudadanos impolutos
con plenos derechos.
Es deprimente tomar conocimiento que varios
fiscales, quienes, supuesta e idealmente, equivalen a la Parca con su afilada y
gigante guadaña en mano decapitando a los réprobos, de modo que, cual
perros feroces debieran perseguir a cuanta persona trasgrede la ley haciendo lo
indecible para que le caiga el mayor castigo posible; insólitamente, devinieron en indeseables de peor calaña aún que
los delincuentes que deberían haber combatido.
Entonces, si los aparatos de justicia están
en el mercado y tienen una cotización, digamos como el dólar, ofertando sus
servicios para proteger a los corruptos a cambio del respectivo estipendio, de
modo que, cuanto mayor sea el monto arranchado al erario mayor será la tarifa, reflexionemos:
¿Qué alcances debería
tener la bendita REFORMA DEL SISTEMA DE JUSTICIA en marcha para eliminar esta lacra?
Rememoremos la inmediata y masiva reacción
ocurrida en el país 18 años atrás cuando, gracias a la manía fílmica de
Vladimiro Montesinos, los peruanos tomamos conocimiento de la generalizada
corrupción imperante en todos los ámbitos, concluyendo, tajante pero ingenuamente,
que luego de semejante vacuna, nunca más
seríamos infectados por tan mortífera
peste.
Para peor, tal hecho propició la ascensión a
la cúspide del poder del Cholo Sano y Sagrado quien, de
lustrabotas en Chimbote trepó a las alturas de la cátedra y el saber gracias a
sus méritos y capacidades innatas, por cuanto, recordemos que “lo
que natura no da Salamanca no presta”, ergo, ATM, aunque chueco, chato,
cholo y mentiroso congénito (ya había negado una hija),
de torpe y bruto no tenía un pelo, pero, para
desgracia del país, en lo más profundo de su naturaleza, estaba enraizada la
corrupción.
Ahora, cuando el país, transcurridos unos
años de la aparición de los videos de VMT, vuelve a ser sacudido por las
actuales interceptaciones de diálogos telefónicos, acaso no debiéramos formularnos
la siguiente pregunta:
¿Cuánto le costaría a
ATM, cuando se evidenció su condición de rapiñador, haber podido continuar
ambulando no solo feliz y contento en calles y plazas sino, peor aún, ser candidato a la presidencia de la
República?