DE MAL EN PEOR

(Piura, 08 setiembre 2018)

Luis Gulman Checa

Las informaciones difundidas el día de hoy dando cuenta que policías, fiscales e, incluso, oficiales de alto rango de la institución que tiene como símbolo a Francisco Bolognesi - “Hasta quemar el último cartucho en defensa de la Patria” -, trabajan de la mano con extorsionadores y delincuentes de la peor calaña; real y francamente debieran  llevarnos a reflexionar que enfrentamos una crisis mil veces peor que un brutal FEN con descargas del río Piura de 10,000 m3/seg y/o terremotos grado 10.0. ¿Por qué? Por cuanto, tales azotes naturales se presentan “de día y con sol”, mientras los referidos traidores y mal nacidos  lo hacen disfrazados de honestos y probos ciudadanos.

Los citados trascendidos   deben traernos a la mente el aserto que dice “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, revelándonos la razón por la que tantos evidentes y obvios latrocinios, como, por ejemplo, la delincuencial suscripción del contrato de obra  del Alto Piura entre el Peihap (Gobierno Regional de Piura) y la contratista brasileña Camargo Correa, pese a estar, formalmente, bajo escrutinio del Ministerio Público desde buen tiempo atrás, no caminaba para atrás ni para adelante.  Ahora, hasta un deficiente mental, ya sabe cuál es la razón de semejante incuria.

Vayamos analizando cómo funcionan las bandas de rateros y extorsionadores. Se supone que necesariamente deben comunicarse con sus víctimas  a través de alguno de los modernos medios, por lo que debería ser muy fácil, exactamente igual como acaban a salir a la luz las innumerables trapisondas que desnudaron las altas esferas políticas y judiciales, que sean chuponeados in fraganti cortándoles las alas en el término de la distancia.

Pero, dirá usted, estimado lector, ¿cómo hacerlo si no se sabe quiénes son? Muy simple: interviniendo los medios de quienes, obviamente, tendrán que ser contactados por estos delincuentes.

Sin embargo, no podemos pasar por alto la actitud de muchos extorsionados quienes,  en vez de tomar todos los recaudos a su alcance para detener y acusar a estos malandrines, generalmente, según lo difunden los medios, prefieren, cobardemente, avenirse a tales punibles exigencias.

Profundizando más aún en este fenómeno, podríamos concluir que, finalmente, es la calidad de la obra la que termina pagando pato. ¿Por qué? Por cuanto, como estos contratistas de dos por medio que se someten a los delincuentes extorsionadores, al no ser santos (recordar que, según lo reiteran los medios, tuvieron que abonar el 10% del valor de la obra para obtener la buena pro),  los montos pagados a los citados rateros provendrán del mismo presupuesto. En consecuencia si, por ejemplo, la obra tuviera alto volumen de concreto, ya podemos imaginarnos que la calidad del mismo disminuirá en forma directamente proporcional a los montos exigidos por los chalecos.